La cata - Roald Dahl

Escritor británico (1916-1990).
La cata, relato publicado originalmente en 1945.
Nórdica Libros, 2014.

Seis comensales londinenses se reúnen en casa de Mike Schofield. Esperan que se haga, como siempre, la cata que lleva a adivinar el origen del vino en turno a uno de los invitados: el gastrónomo experto en vinos Richard Pratt, miembro de la sociedad “Los epicúreos”. 

Este sujeto evita fumar para no alterar su preciado paladar y se refiere a los vinos como si se tratase de seres vivos: “Es un vino prudente, algo tímido y evasivo”. Todo un conocedor, pues, muy admirado y respetado. 

Mike Schofield se complace en mostrar que el contenido de sus bodegas es de buena cepa y por esto no le importa que Pratt gane cotidianamente la apuesta, que consiste en llevarse a casa una caja del vino seleccionado para la ocasión. 
En la mente de Schofield estas cuestiones son primordiales, ya que había hecho fortuna gracias al mercado de valores y ahora ansiaba acceder a la cultura de los libros, el arte, la música y, desde luego, a las altas esferas del mundo del vino. 

A Richard Pratt le llama la atención Louise, hija de Mike, por lo que esta vez no accede a realizar el desafío de siempre. Tras muchos rodeos y negociaciones suelta por fin una frase que aterroriza a la joven: “Quiero que nos apostemos la mano de tu hija.” 
Schofield accede porque cree que ahora se lo ha puesto más difícil que nunca a Pratt con el vino que ha elegido. Su hija, incrédula, exclama:
"¡Vamos, papá! ¡No seas absurdo! Es una estupidez absoluta. Me niego a que juguéis así conmigo."
El relato cobra entonces los tintes de un desafío real, insensato y caprichoso. Uno de esos en los que la gente pierde la cabeza, donde el juego sobrepasa cualquier límite y llega al extremo en que se arriesgan objetos valiosos, mansiones e incluso personas. 
En este momento se da la mayor tensión narrativa: ¿Logrará obtener el grotesco Pratt la mano de la agobiadísima Louise?

Vale la pena leer el proceso de la cata a la par que el intenso nerviosismo que va surgiendo en el ambiente. En las breves páginas damos un paseo, de la mano del snob Pratt, por famosos viñedos para casi percibir el aroma y el sabor de un Lafite o un Médoc; un Margaux o un Pauillac. 

Me encantó esta lectura y además las ilustraciones de Iban Barrenetxea son preciosas; no se puede dejar de observar cada detalle, cada expresión y desde luego al gato negro que acompaña a los personajes por añadidura. 
Estas ediciones de Nórdica son tan cuidadas y bellas que dan ganas de atesorarlas. 



*Imágenes tomadas de Internet

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