El duelo – Joseph Conrad

 Enmarcada en las tensiones de la era napoleónica, esta novela narra un vehemente conflicto suscitado entre dos tenientes de un regimiento de húsares.
“La historia de un duelo, que ad­quirió caracteres legendarios en el ejército, corre a través de la epopeya de las guerras imperiales.”
Los oficiales Feraud y D'Hubert muestran perfiles muy distintos: el primero es un gascón apasionado e impetuoso; el segundo, nórdico, más prudente y mesurado.
Pronto se verán envueltos en una contienda interminable, producto de una situación sin importancia: Feraud se había batido en duelo con un miembro de una familia influyente, motivo por el cual se ordena su arresto. D’Hubert fue el encargado de transmitirle este mensaje, consiguiendo únicamente orientar el enfado del aludido hacia sí mismo.
En esta obra, el planteamiento y la secuencia son menos densos que los que he leído en otras novelas de Conrad, aunque la introspección psicológica es similar. Desde este punto de vista, la aparente falta de una razón lógica que legitime las fuerzas que mueven a los personajes sería una constante en su temática.
Por otra parte, los probables motivos del duelo cobran dimensiones épicas entre quienes les rodean; sin embargo, quedarán ocultos en la bruma necesaria para cubrir una situación tan descabellada como impulsiva.
A pesar de que los personajes presentan características tan opuestas, hay situaciones muy humanas –y me atrevería a decir conradianas- en las cuales la vinculación llega a ser incalculable.

Me parecen interesantes estos dos puntos de vista acerca de un duelo (que se diluyen en una misma connotación):
“Un duelo –se le considere como una ceremonia en el culto del honor o simplemente reducido a su esencia moral como deporte viril- requiere una absoluta claridad de intención y un espíritu de homicida desesperación.” Y otro sobre el valor peculiar que presupone:
“El valor que se precisa para un duelo, el arrojo necesario para emprender el combate individual, era, con razón o sin ella, considerado un coraje de naturaleza especial.”

La querella va evolucionando y fluctuando de acuerdo a diversos factores (como el ascenso en el rango militar de los contrincantes), aunque su impronta permanece, arraigando en sus personalidades a través de los años y de varios intentos de poner fin al asunto por medio de un nuevo duelo, propiciado siempre por el incansable y obstinado Feraud.
La vida militar se dibuja con un trasfondo tan anodino y rutinario (como terrible y duro), que el hecho estar pendiente uno del otro durante todo ese tiempo otorga a sus vidas un sentido excepcional, mientras la riña va adquiriendo una dimensión desproporcionada:
“…, era ésta de tal naturaleza que sólo podía liquidarse con la vida de una de las partes.”
Aunque D’Hubert era un hombre juicioso y capaz de dominar sus impulsos, en un momento dado la sangre llegó a palpitarle en las venas con agitación ante la perspectiva de un nuevo encuentro. Más adelante, el ardor que supone la inminencia de un ansiado matrimonio, hace que olvide al gascón. Tal parece que el reto de enamorar a una mujer contribuyó a que su espíritu encontrara una especie de sustitución alternativa (y compatible con las emociones experimentadas hasta entonces).
La exaltación romántica –un tanto inverosímil- que predomina en la última parte del relato, concede a la obra un carácter singular e inesperado para mí. D’Hubert, ante la inminencia de un ya imprevisible duelo, vuelca todo su ser en la mujer que pretendía por esposa:
"Pero en su agotamiento físico y mental, esta pasión se refinó, se destiló, se cristalizó en un sentimiento de melancólica desesperación, al pensar que tal vez moriría antes de haber enseñado a esa hermosa joven a amarlo."

D'Hubert está mejor dibujado que Feraud (del cual sólo se presenta la parte abyecta), quizá porque cuenta con una mejor posición social y con un mayor bagaje cultural. De este modo queda plenamente demostrado que todo ser humano puede caer en la excitación que produce un conflicto de esta naturaleza.

El desenlace sugiere también la idea -ya mencionada- de que hay situaciones de las que uno no logra deslindarse jamás, aunque adquieran una magnitud distinta a la inicial.
Indudablemente seguiré leyendo a Conrad. :)

9 comments:

mario skan said...

No sé cuál fue la razón que me hizo abandonar la lectura de esta novela pero la había comenzado. Creo que ya le conté pero a mi me gustó mucho El copartícipe secreto y la linea de sombra.
como siempre muy buena su reseña,

saludos

Anonymous said...

La verdad es que la evolución psicológica de los personajes resulta curiosa en esta novela, cómo ambos parten de una situación similar y a medida que pasa el tiempo esa situación se va polarizando, tomando tintes totalmente antagónicos. La degradación física y moral, por un lado, y las propiedades redentoras del amor, por el otro.
Me gustó la forma sutíl en que está tratado el erotismo, con pequeños símbolos (ese "pelo alborotado"...)
No es lo mejor que he leído de Conrad, pero si es lo peor de lo que tiene, leer a Conrad supone un negocio rentable ^_^

RebecaTz said...

No he leído esos que mencionas, Mariano, gracias, me los apunto.
Un saludo!

Concuerdo completamente con lo que dices, Gabo. Tal parece que mientras más sutil es el erotismo, mejores resultados produce en el ánimo del lector. :)
¡A seguir leyendo a Conrad! Besos.

Leox said...

Por más novedades editoriales que existan al final siempre volvemos a Conrad.
Te recomiendo victoria y la locura de Almayer. Tambien , Lord Jim en fin todo Conrad. Hay que leer toda esa magnifica literatura viajera.

RebecaTz said...

Leox, me encantó eso de que "al final siempre volvemos a Conrad", seguro que sí. :)
Ya leí Lord Jim, me encantó. Gracias por tus recomendaciones.
Abrazos.

María said...

Maravillosa reseña. A Conrad le tengo en la recámara.
Un abrazo!!

Lola said...

Caray, Andrómeda, ya sabes que no he leído nada de Conrad y no se si me gustará su estilo pero ese argumento, todo la historia en torno a un duelo que afecta tanto a las vidas de sus protagonistas... me ha llamado mucho la atención. Salvando las distancias me ha recordado un poco a El último encuentro de Sandor Marai, también de un "duelo" aunque de otro tipo entre dos hombres y sus repercusiones en las vidas de ellos.
Todo este rollo para decir que si, que voy a leer a Conrad. ;)

RebecaTz said...

¡Qué alegría, Babel! No me cabe la menor duda de que te vas a volver conradiana. :)

¡Abrazos!

Humanoide said...

estoy con leox... por más libro aplaudido que exista... por más nueva promesa... mientras exista conrad... siempre es bueno volver a conrad.