Escritor francés, 1945.
Se trata de tres relatos entrelazados y ambientados en la Vieja Galia alrededor del año 1000; abadías de benedictinos al norte de Francia cuyos pormenores son relatados mediante un lenguaje de gran belleza además de una prosa nutrida y muy poética.
En el primer relato nos situamos en el año 976, donde se habla de Guillermo Cabeza de Estopa y de su hermano Eblé, el abad de la ermita Saint-Michel-en l’Herm. Este último ha vivido para apagar el fuego de Guillermo, pero ya tiene 60 años y está cansado.
“Eblé, abad que tiene el don de apagar el fuego aunque lo escupa un dragón vikingo.”
El monasterio está construido en forma rústica, ha sido atacado y reconstruido varias veces; la isla está situada en una ubicación compleja, entre mar, ríos, arenas y lodos que hay que domar: “algo retorcido y revuelto”.
Al amparo de estas descripciones intrincadas y brevedad anecdótica, se da una reunión de monjes en la sala capitular, con laicos y clérigos del pueblo que están ahí “por el abrigo, la escudilla o el deseo de los libros”. Destaca el hermano Hugo, joven clérigo encargado de la lectura. Al día siguiente van de expedición a luchar por el agua contra los lodos y se topan con indígenas adoradores de la lluvia a los que intentan evangelizar. El trato con los monjes les beneficiaría con “tierras, ganado y salvación”.
Una de las mujeres indígenas es joven y bonita, Eblé arde, se apasiona por ella y el erotismo se apodera del intrincado relato por el poder del lenguaje.
Pero no solo él disfruta de los “pies de mármol levantados”, Hugo también lo hace. La mujer está casada y aun así complace a ambos abades.
“Al atardecer, cuando el marido ha partido a poner las nasas, cuando sin pronunciar una sola palabra ella se descubre de los pies a la cintura, el fuego más húmedo, más ardiente: ha visto la mitra, ha visto el báculo, es la mitra y el báculo lo que ella tiene en sus ojos cerrados, entre los pies levantados. El rayo que la rompe es el miembro de un hombre, pero la gloria de un abad.”
Hugo se lo ha contado a Eblé en confesión; el abad tiene sentimientos encontrados porque ama a Hugo pero hay una rivalidad implícita entre ellos.
“Todas las cosas son mudables y próximas a lo incierto.”
El segundo relato se sitúa en la abadía Saint Pierre de Maillezais, donde es Pierre de Maillezais quien cuenta la historia de un monstruoso y poderoso jabalí en tiempos de Guillermo –hijo de Guillermo Cabeza de Estopa-. Dicho animal es visto como un ángel, demonio o mensajero.
Vuelve el erotismo en las imágenes al hablar de Guillermo Fierabrás y su esposa Emma, mujer que no se intimida ante la visión del jabalí. Él decide cazarlo, quiere a la bestia pero es Gaucelin, personaje de rango muy bajo, quien captura al animal.
“La crónica de Pierre hace entrar aquí a un personaje por el cual la providencia se ejerce: es Gaucelin, cuyo cuerpo, dice Pierre, es robusto y claro […] No ha ingresado del todo en la caballería, todavía duerme con los lacayos, ocupa el puesto menos honorable de la mesa.”
Gaucelin languidece, mira a Emma, ella quiere el cuero del jabalí y él acepta con alegría. Emma lo ama pero no quiere acceder a sus deseos, pues solo será para Guillermo. Se da una intensa descripción erótica mediante el cuero del jabalí lastimando la carne de Emma, lo que para ella es como un recuerdo de la áspera mano de su marido y, para Guillermo, excitación. Ella es el jabalí capturado que se entrega a Guillermo. “La vida es un canto”. En la figura de Gaucelin puede observarse el amor cortés del medievo.
Seguidamente aparece en escena la envidia a través de Hugo, un compañero de Gaucelin, quien inventa una relación entre el joven y Emma:
“Hugo dice que Gaucelin no solo es bueno para llevarse las bestias que otros han levantado, que para las mujeres que otros han hecho salir de su madriguera, también es bueno. Nombra a la condesa.”
Guillermo destierra a Gaucelin y en lo sucesivo ignora a Emma (no la repudia por razones políticas). Ella vive en la esperanza, el terrible jabalí ha propiciado situaciones abismales que se van enroscando y sucediendo porque Emma no encuentra la paz: Ermengarde, vizcondesa de Thouars, yace con Guillermo y ella los oye; la dolida condesa abandonará toda magnificencia y gracia para ir en pos de la venganza...
En el tercer relato se da otra crónica narrada bajo los auspicios de Pierre de Maillezais, por Petrus Malleacensis y las crónicas intransitivas de Ademar de Chabannes.
Es la época de Guillermo el Grande, hijo de Guillermo Fierabrás, tiempos también de huesos, de reliquias: cabezas, brazos de santos fragmentados, el cráneo de San Juan presente en una reunión de prelados que guardan la cabeza para exhibirla en la fiesta pertinente.
Agua, ríos desbordados por doquier. El arzobispo saca el cráneo y Théodelin le arranca un diente y lo esconde en su boca. “Théodelin se lleva en la boca la boca de la palabra de oro”.
Pero no hay posibilidades de mostrar la reliquia en Cluny, habrá que esperar.
La presencia del diente obra milagros en Hugo, porteador de la abadía y futuro abad. Pierde el tartamudeo, se le ve rejuvenecido y hablando con fluidez; el mundo cobra un sentido que ya no hay que buscar en las nubes
El tiempo corre y Théodelin envejece mientras Hugo toma a su cargo la abadía. Ambos son llamados a la Basílica de Angély en donde el prior les dice la consabida frase que aparece en esta obra: “Todas las cosas son mudables y próximas a lo incierto”. Resulta que el difunto abad mintió en cuanto a la cabeza; se confesó falsificador…
De vuelta a la abadía, Hugo se encuentra con que ha perdido la palabra.
“Cuan mudables y próximas a lo incierto son todas las cosas.”
Gloria, concupiscencia, traición y fe conforman el eje central de esta obra escrita al más puro estilo medieval por medio del intenso manejo de un lenguaje sugerente que va describiendo, con cortas y poéticas pinceladas, ciertos sucesos que desde tiempos inmemoriales han perturbado a los hombres. No es una lectura sencilla y supongo que en general tampoco debe serlo la prosa de este autor (es lo primero que le leo), pero sin duda merece mucho la pena.
Abadía de Cluny
*Imagen tomada de Internet
Abadía de Cluny
*Imagen tomada de Internet
5 comments:
Quiero este libro.
Me gustan los relatos ye l que nos traes, que no conocía dicho sea de paso, tiene buena pinta
Investigaré
Besos y gracias por tu aporte
No leí nada de abadías y monjes desde El nombre de la rosa pero por lo que cuentas el señor Michon tiene una prosa exquisita y compleja. Habrá que investigar y leer. Como siempre genial tu reseña. saludos
Gracias a ustedes por pasar y comentar, Mientras Leo y Nictálope. :)
Así es, Mario, tal cual. Creo que es un autor que vale la pena descubrir.
¡Un saludo!!
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