DeBolsillo, 2003 (edición original: 1929).
Escritora norteamericana (1892-1973).
Premio Nobel de literatura, 1938.
Pearl S. Buck expone su profundo conocimiento de la cultura china tradicional a través de esta novela en que la joven Kwei-lan hace un recorrido a lo largo de importantes etapas de su vida manifestando la intensidad de las arraigadas tradiciones y la complejidad para aceptar la influencia de la cultura occidental.
Kwei-lan se ve obligada a casarse con un hombre de su condición social, deber que toma de buen grado porque para eso ha sido educada. Llega al matrimonio orgullosa de su atuendo, de sus pies vendados y de la educación que ha recibido para agradar a su marido.
Pero la realidad a la que se enfrenta es muy distinta porque el añorado esposo ha estudiado en occidente; es un buen médico que vuelve a china para implementar sus conocimientos. Cumple con el deber de casarse con la mujer que han elegido para él, pero la indiferencia se apodera del matrimonio para tristeza y desasosiego de Kwei-lan.
“Me adornaré los cabellos con flores de jazmín, calzaré las sandalias de raso bordadas de azul y saludaré a mi señor cuando entre… Lo hago así, pero es en vano. Sus ojos corren inmediatamente hacia otras cosas…; las cartas abiertas encima de la mesa, los libros. Para mí, ni un solo pensamiento.”
Sin embargo, la muchacha es inteligente y dentro de sus limitaciones pronto entiende que debe interesarse por el punto de vista del esposo y tratar de comprenderlo para poder hacerse llamativa ante sus ojos. Es así como empieza por permitir que éste le retire las vendas de los pies, cosa que se hace en un momento crucial para impedir la completa e irreversible deformación que desde la perspectiva occidental era completamente bestial.
“Mi marido no era hombre que se pudiese seducir alegrándole los sentidos con flores y perfumes, o con una pipa de opio. La belleza física no bastaba; debía seguir otro camino si quería triunfar. Y recordé las palabras que pronunciara mi madre con el rostro vuelto hacia la pared, así como el tono de su voz al decir: -Los tiempos han cambiado.”
Con estos datos se puede inferir que esta obra se enmarca en los primeros años del siglo XX, ya que el gobierno comunista prohibió el vendaje en 1911, aunque se sabe que continuó haciéndose en forma clandestina en algunas zonas del país.
Otra de las cuestiones importantes en el libro se expone mediante el pretendido matrimonio del hermano de Kwei-lan -primogénito que debería obedecer y dar a su estirpe la ansiada descendencia requerida- con una joven norteamericana.
Este suceso no es que sólo sacuda las más profundas creencias chinas, sino que acaba con la salud de su anciana madre, cuya única misión en la vida como esposa principal era la de garantizar la continuidad del linaje; de otra manera alguna de las odiosas y vulgares concubinas tomaría su lugar.
La aceptación (no digamos adhesión) a la cultura occidental se muestra en esta obra como catastrófica ante la negativa de la gente para adoptar las costumbres “bárbaras” que llegaban desde fuera: el hecho de no poder escupir en el suelo, por ejemplo, era mal visto. Cuando el esposo de Kwei-lan decide evitar que fueran el piso y las apreciadas telas los receptores de dichos fluidos, la joven esposa considera este acto como insólito e inaceptable.
“Y hete aquí que mi marido ha comprado minúsculas escupideras, distribuyéndolas por todas las habitaciones y obligándonos a usarlas según esa sucia costumbre extranjera.”
Narrada con un estilo fluido, lineal y pintoresco, esta obra no ofrece más que un agradable cuadro de costumbres por medio de una historia interesante y bien contada, sin los melodramas poco verosímiles que encontré en El abanico de seda, de Lisa See.
Muy recomendable para quien disfrute con relatos que aborden cuestiones cotidianas y tradicionales.
4 comments:
Hola Andrómeda: en la biblioteca hay dos libros de la escritora que reseñaste: Peonia y La buena tierra, están apartados entre los ganadores del Nobel. Recomendados a full. saludos
Hola, Mario, definitivamente tengo que leerle algo más a esta mujer. Su estilo es muy sencillo pero atractivo a la vez.
¡Un saludo!!
Hace poco leí un libro de esta autora, y sin duda quiero seguirla conociendo. ¡Me lo apunto! ¡gracias!
un beso,
Ale.
Me resultó agradable de leer también, me gustó especialmente como muestra la gran influencia que tienen sobre nosotros, y lo difícil de romper, las costumbres que nos enseñan y nos inculcan (sobre todo en culturas de ese tipo, donde las costumbres estaban muy arraigadas); aunque sean crueles incluso, parece que cuando no hay necesidad de llevarlas a cabo se nos hace tan chocante que cuesta eliminar aquello que está fijado en nuestro aprendizaje y cultura. De la autora he leído este año, La buena tierra, que me ha gustado más que este, muy buena lectura. Un saludito.
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