El siglo de las luces – Alejo Carpentier

Siglo XXI, 2006.    
Escritor cubano (1904 -1980).

Las teorías manejadas en una época marcada por ideas novedosas, independentistas, y respetuosas del ser humano, que llevadas a la práctica distaron mucho de sus elevados propósitos, son contadas en una historia que habla de Francia como el constante referente, pero situada en la isla de Cuba y, principalmente, en las Antillas francesas, donde la esclavitud y los viejos métodos para llevar el orden comienzan a tambalearse.

Una antigua casa de La Habana nos introduce en un ambiente que envuelve desde el principio. Carlos, Sofía y su primo Esteban han perdido al padre que hasta  entonces se había hecho cargo del floreciente negocio, arrojándolos de improviso a una vida anárquica, apenas contemplada por el albacea que cumple hasta el último de sus caprichos, pero cuyos manejos financieros no quedan del todo claros.

El almacén de la familia destaca con sus "calles" abarrotadas de infinidad de productos de todo tipo, desde los aromáticos hasta los malolientes, así como el reflejo de La Habana dentro de ese ambiente tan húmedo y cargado -pero floreciente-, con el salitre adueñándose de las construcciones, con  sus festividades y escenas más pintorescas.

Poco a poco la casa va llenándose de infinidad de artículos enviados en cajas que los muchachos no terminan de abrir. Sofía se vuelca en Esteban (que padece asma), anunciando que no volverá al a la vida religiosa; Carlos permanece adaptándose al nuevo estilo de vida, mientras la figura del padre se establece en retrospectiva no sin cierta discordancia, ya que pese a estar continuamente ausente, mantenía el orden enérgicamente: siempre trabajando mientras la hija permanecía en el convento, mientras Esteban sorteaba en casa su enfermedad, y en tanto que Carlos cumplía órdenes "espartanas", destinadas a forjar un carácter que no implicase ideas novedosas (por eso se había cuidado de enviarlo a estudiar Leyes).

Pronto aparece en escena Víctor Hugues, un francés que inunda la casa con una frescura inusual: saca y ordena el contenido de las cajas contagiando a los chicos el espíritu renovador, les ayuda a atravesar sin mayor novedad un huracán; deduce y aclara las verdaderas y negativas intenciones de don Cosme, el sospechoso albacea, y propicia la curación de Esteban.
Molesto, el albacea lo acusa a su vez de francmasón, cosa que le viene muy mal por los intereses de la época, ya que a la Corona española no le convenía que en sus colonias hubiese gente de ideas liberales. Sin embargo, el espíritu de la Ilustración se manifiesta en cada acción en pro de la libertad y en las conversaciones revolucionarias:
"Es tan evidente que tal o cual privilegio debe ser abolido, que se procede a abolirlo; es tan cierto que tal opresión es odiosa, que se dictan medidas contra ella; está claro que tal personaje es un miserable, que se le condena a muerte por unanimidad, Y, una vez saneado el terreno, se procede a edificar la Ciudad del Futuro."

Víctor se ve forzado a abandonar el lugar y emigra con Esteban a Francia, lugar en el que después de un tiempo se separan y donde este último penetra en el ámbito de las logias, participando en los intentos de los revolucionarios por llevar sus ideas a España, país en que las arraigadas tradiciones no permiten una buena apertura a cambios tan radicales.

Esteban anhela ser partícipe de una corriente que aportaría cambios sustanciales a la historia, pero no termina por involucrarse de lleno. Más adelante pasa un tiempo en España, y es ahí donde una percepción un tanto incierta comienza a concretarse, anunciando a su vez la complejidad de la situación:
"A medida que pasaba el tiempo, advertía Esteban que el alejamiento de París poblaba su espíritu de confusiones, acabando por no entender los procesos de una política en constante mutación, contradictoria, paroxística, devoradora de sí misma, enrevesada en comités..."

Al fin logra reencontrarse con Víctor, ahora ferviente admirador de Robespierre, y consigue la promesa de volver a América (los extranjeros comienzan a ser mal vistos en Francia, se empieza a dar crédito a cualquier acusación, por lo que el panorama europeo aparece un tanto agotado ante los ojos de Esteban). Hugues lo contrata como escribano, y poco después se embarcan entre las ya no tan tajantes ideas en favor de la libertad y los derechos del hombre y la presencia de la guillotina como palpable pero desconcertante estandarte de una revolución en principio ideológica. 

Víctor se encuentra completamente transformado, toma muy en serio su papel y se comporta muy estricto con los tripulantes. Al iniciar el trayecto evitan a los ingleses, pero al llegar a las islas también tienen que enfrentarse continuamente con ellos, aunque Hugues sale triunfante de todos los conflictos (mientras que no todos sus subalternos corren con tanta suerte).

En este punto me llamó la atención la reflexión de Esteban ante la postura ya francamente corrupta de Víctor, quien acata sin dudar el camino tomado por la Revolución, aceptando la religión si ésta lo hace; subordinándose a los principios impuestos en todo momento, mientras él mismo, cuestionando todo eso, se define como un ser mucho más auténtico.  

Sobre esto se encuentra, desde luego, la discordancia del propio movimiento:
"Hojeando los periódicos que el otro había visto ya, Esteban se enteró con estupor de la celebración de la Fiesta del Ser Supremo, y lo que era más desconcertante aún, de la condena del ateísmo como actitud inmoral y, por consiguiente, aristocrática y contrarrevolucionaria. Los ateos, de repente, eran considerados como enemigos de la República."

En la Guadalupe, la guillotina comienza a hacer su trabajo y a pasear por otros pueblos dando el consabido y grotesco espectáculo, amenizado por ese espíritu festivo que ha quedado reflejado en una gran cantidad de obras y documentos históricos.

La incipiente abolición de la esclavitud también resulta incierta, porque los negros liberados son obligados a trabajar de cualquier manera.

Víctor sospecha que en Francia hay cambios, pero ahora prefiere ignorarlos, siempre temeroso de que el comunicado de su destitución se avecine. Esteban se encuentra atrapado por las circunstancias y un tanto desesperado; cree que trabajando como escribano de estos navegantes no llegará a ningún lado, y con razón, ya que Hugues no pretende obedecer las órdenes emitidas por Francia o las novedades como la paz con España, por lo que la supuesta defensa sólo los ha transformado en piratas.

 Más adelante, Esteban encuentra la oportunidad de volver a casa gracias a un salvoconducto aportado por Víctor, quien además de hacerle algún encargo, le aclara: 
“No sé lo que pensarás de mí. Acaso que soy un monstruo. Pero hay épocas, recuérdalo, que no se hacen para hombres tiernos.”
Una vez en La Habana, el muchacho rehúye las responsabilidades del trabajo y deambula por las calles en su intento por reconocer los ambientes. Ha vuelto ilusionado y sin ningún recuerdo amable, aunque pronto comienzan a fluir ciertas remembranzas más amenas; comparte impresiones con Sofía, en las cuales Hugues sale a colación una y otra vez, hasta recapitular:  "Dejemos a Víctor. Fue un mal engendro de una gran revolución." 

Estos jóvenes han madurado y asimilado el espíritu de la época desde perspectivas distintas. Esteban hace un recuento de daños, de muertos y de desgracias ocurridas en beneficio de un movimiento cuyas premisas fueron traicionadas por la debilidad de los hombres que en un principio las defendían animosos, pero que después transformaban sus pareceres en aras de rendimientos más individuales.  

Para Sofía el asunto es más práctico. Su primo es, ante sus ojos, un idealista:
"En suma: que nada grande se hacía en la Tierra sin derramamiento de sangre."

Aunque los fundamentos ulteriores sean similares, la manera de confrontar la realidad se hace muy distinta de acuerdo a la postura de cada quien, y no sólo ideológica, sino presencial, como en el caso de los primos a quienes la información llegó por vías tan diversas como pueden ser las leídas o escuchadas y las sufridas en carne propia. 

En La Habana se vive la incertidumbre ya experimentada en otras islas; se teme una revuelta por parte de los esclavos, por lo que las autoridades se muestran muy estrictas con los agitadores.
Por otro lado, Hugues retoma el poder que había perdido en una de tantas fluctuaciones, su gobierno se califica como "sensato", y un buen día la religión vuelve a implantarse en Francia y sus colonias, al igual que la esclavitud. Los párrafos que describen el restablecido maltrato a los negros son espantosos, pero él, siempre definido por el sendero que tome la marea de sus intereses, no demuestra convicciones firmes en ningún caso:  "Tal parece que yo fuese al autor del Decreto..."
El autor nos habla, al final de la obra, de la historicidad de Víctor Hugues:
“Como Víctor Hugues ha sido ignorado por la historia de la revolución francesa –harto atareada en describir los acontecimientos ocurridos en Europa, […] para desviar su mirada hasta el remoto ámbito del Caribe-, el autor de este libro cree útil hacer algunas aclaraciones …”
“Pero es indudable que su acción hipostática, firme, sincera, heroica, en su primera fase; desalentada, contradictoria, logrera y hasta cínica en la segunda-, nos ofrece la imagen de un personaje extraordinario que establece, en su propio comportamiento, una dramática dicotomía.”

Largo sería el camino del pensar y el hacer para lograr la verdadera liberación, cosa que Alejo Carpentier procura demostrar en todo momento. Los desatinos de la Revolución Francesa como movimiento emancipador se reflejan crudamente en sus colonias americanas, mientras los puntos de vista de Sofía y Esteban convergen en un anhelo de libertad que llega a convertirlos en simbólicos arquetipos.

Las descripciones del entorno son, de principio a fin, espectaculares, con un estilo lineal pero tan abigarrado que me atrapaba de tal forma que no podía leer por mucho tiempo sin detenerme a descansar un poco ante esa profusión de imágenes imponentes, expresadas con un lenguaje que no se lee todos los días. Esta novela es excepcional. 

16 comments:

Gonzalo Muro said...

Leí hace muchos años este libro y la verdad es que me costó esfuerzo. Tu reseña me ha ayudado a ordenar los recuerdos y a que vuelva a tener ganas de volver a leer el libro.

Un saludo.

Fuensanta Niñirola said...

Yo también la leí hace siglos...Sólo recordaba de ella lo mucho que me gustó. Pero has hecho una reseña tan pormenorizada, Andrómeda querida, que creo que me la voy a copiar para recordarla y animarme a volverla a leer, cuando tenga tiempo.
Un abrazo, chata!

RebecaTz said...

Hola, Gww, es cierto que hay que esforzarse para leer el libro; hay partes especialmente densas...
¡Un saludo!

Hola, Ariodante, me puedo imaginar que te gustó; este es un libro interesantísimo que aborda infinidad de aspectos en torno a un tema por demás extenso.
Gracias por pasar, ¡abrazos!

María said...

No la he leído aunque sí he oído hablar de ella. Según te leo...me parece entender que el libro, relata muy bien cómo no hay pureza en ningún pensamiento...muy pocas personas se mantienen firmes a sus ideales y no hacen concesiones. Ceder, en ocasiones es democrático, pero en otras...es perder tu identidad.
Muy interesante el libro, lo pongo en mi lista de libros para leer.
Como siempre...un placer leerte.
Besos!!

mario skan said...

Claro que recuerdo a esta gran novela. Escrita de manera maravillosa, qué prosa, esa es la imagen que recuerdo, la descripción del huracán, los aromas. Y ahora gracias a tu reseña, puedo recordar su trama.Mi pregunta es: por qué olvidamos las tramas pero no la impresión que recibimos cuando se trata de un gran libro...
Sitúo a El siglo de las luces como uno de los mejores libros que leí.

saludos Andrómeda

e. r. said...

Hola, Andrómeda!
De carpentier solo leí relatos, y cada página valía por veinte novelas. Siempre está a la espera aquí en casa LOS PASOS PERDIDOS, en cuyas primeras páginas me trabo, siempre por una u otra razón que no tienen que ver con la novela.
Del SIGLO siempre me hablaron maravillas. Y debe ser una maravilla, no hay qué decir.
Te mando saludos!

Blog de literatura said...

Éste es uno de esos títulos que he oído nombrar mil veces y que he estado a punto de comprar en docenas de ocasiones. No sabía ni cual era su trama ni cómo estaba escrito. Ahora que lo tengo más claro no creo que demore mucho tiempo su lectura.

Por tu reseña, entiendo que, además de ser una crónica de la Revolución Francesa y de su reflejo al otro lado del Atlántico, viene a ser una parábola sobre todas las revoluciones en general y que sus personajes representan las distintas actitudes que se pueden adoptar ante una revolución.

Una gran reseña, como siempre. Gracias.

Saludos,

Javier

R. said...

La leí hace tiempo. Recuerdo que me deslumbró la prosa del cubano. Gracias a tu reseña, Andrómeda, voy ponerla en mi lista de relecturas para el próximo año, porque sé de sobra que valdrá la pena acometer El siglo de las luces con otros ojos.

Saludos,
R.

RebecaTz said...

Hola, María. Este libro predica precisamente eso que has dicho. Sólo algunos se mantienen fieles a sus ideales, mientras otros, que quizá en un principio los asumían con gran firmeza, van perdiéndose en el camino. La corruptibilidad del hombre queda bien expuesta en la novela.
¡Un abrazo!

Coincido contigo, Mario, las tramas se olvidan pero hay impresiones o sensaciones que permanecen para siempre (me decidí por un blog para recordar las tramas por más tiempo, je je).
¡Saludos!!

Hola, E.R., de sus relatos sólo he leído Viaje a la semilla. Quedé tan impactada con él, que decidí continuar leyendo al autor de inmediato (era uno de mis eternos pendientes). También tengo Los pasos perdidos, pronto caerá.
¡Un saludo!

Hola, Javier, me gusta eso de "una parábola sobre todas las revoluciones". ¿Cuántas veces podemos leer sobre hechos similares en distintas partes del mundo?
Sin duda es un tema que se presta para dejar a la naturaleza humana, totalmente al descubierto.
Gracias, ¡un saludo!

Hola, R., una relectura siempre será recomendable, seguro te va a gustar todavía más.
Yo quisiera leer toda su obra; voy a anotar una o dos novelas suyas en mi "lista de pendientes 2010". :)
¡Saludos!

Cristian M. Piazza said...

Hola Andrómeda,

Bastante barroco Carpentier. Recuerdo que lo mencionaste en un comentario pero recién ahora paso.

Beso

RebecaTz said...

Hola, Cristian, de verdad que me quedé prendada de ese estilo barroco. :)

Abrazos.

María said...

FELIZ NAVIDAD!!! Y felices lecturas...a veces una piensa...qué sería de una noche en la que pudiéramos reunir a todas esas personas que leemos en los libros, unas que están y otras que no!!??Sería una noche especialmente interesante, verdad??
Deseo que el amor esté muy presente en tu vida.
Mil besos grandes!!

RebecaTz said...

Muchas gracias, María. Esa noche sería mágica, ¡¡mil besos para ti también!!

Lola said...

¡Qué buen libro, Andrómeda! :) Me impresionó por su calidad cuando lo leí pero conforme va pasando el tiempo me doy cuenta de que cada vez me gusta más. Es el primer libro de Carpentier que he leído (y no será el último), y me ha dejado prendada de esa habilidad que tienen algunos autores para recrear escenarios y situaciones, además de que el argumento está adaptado a la realidad histórica y cuidado en el más mínimo detalle. Un libro 10, sin duda.

RebecaTz said...

A mí también me dejó una impresión muy favorable, Madoguna, tan es así que me he ido haciendo con sus otras obras... ;)
Besos.

Anonymous said...

Este es un libro que llevo tiempo queriendo leer... y ahora tengo muuchas ganas...

Mario, muy buena pregunta. Hay libros de los que no sabría comentar la trama pero para los que guardo el recuerdo de una escena, un olor o un personaje... (a veces pienso que leer mucho hace que vayamos olvidando lo anterior que vamos leyendo, y me da pena...)

Saludos