Escritor alemán (1875-1955).
Thomas Mann publicó esta obra (su primera novela), inspirada en su propia familia, en 1901, cuando sólo tenía veinticinco años, alcanzando desde ese entonces un gran reconocimiento literario.
En su pequeño libro autobiográfico, Relato de mi vida, afirma:
“En casa de mi madre, en presencia de mis hermanos y amigos de la familia, leía a veces fragmentos del manuscrito. Era éste un entretenimiento familiar como otro cualquiera; nos reíamos y, si no recuerdo mal, la opinión general era que mi extensa y obstinada empresa constituía un esparcimiento privado, con pocas posibilidades de éxito en el mundo, y, en el mejor de los casos, un prolongado ejercicio de virtuosismo artístico. No sabría yo decir muy bien si mi opinión era distinta.”
“En casa de mi madre, en presencia de mis hermanos y amigos de la familia, leía a veces fragmentos del manuscrito. Era éste un entretenimiento familiar como otro cualquiera; nos reíamos y, si no recuerdo mal, la opinión general era que mi extensa y obstinada empresa constituía un esparcimiento privado, con pocas posibilidades de éxito en el mundo, y, en el mejor de los casos, un prolongado ejercicio de virtuosismo artístico. No sabría yo decir muy bien si mi opinión era distinta.”
Sin embargo, aunque sostiene que Los Buddenbrook no tuvo una buena acogida inmediata, pronto algunas voces de la crítica comenzaron a elogiarlo, y en breve el libro inició una vertiginosa carrera ascendente, ante los ojos incrédulos de su autor.
La novela se ambienta al norte de Alemania y narra la historia de tres generaciones de los Buddenbrook, entre 1835 y 1877 (al fundador de la Casa, Johan, sólo se le menciona en alguna ocasión), una familia de comerciantes representativa del espíritu burgués de la época. El libro publicado por Edhasa contiene un útil árbol genealógico que ayuda a ubicar con facilidad a los personajes desde un principio, aunque al finalizar la novela el lector reconocerá con precisión a los más relevantes.“Fui arrastrado por un remolino de éxito, como he vuelto a vivirlo luego en otras dos ocasiones hace poco tiempo, a saber: cuando cumplí los cincuenta años y ahora, al serme concedido el Premio Nobel.”
El autor va recreando toda una época, contextualizándola en una clase social en particular, además de ir perfilando caracteres de tal modo que profundiza en sus más íntimos recovecos y sinuosidades. La familia es llevada al esplendor por el cónsul Johann Buddenbrook, y muy pronto queda expuesto el carácter protocolario que la define, empezando por los convenientes enlaces matrimoniales que todos tienen el deber de realizar, independientemente de los sentimientos que medien en ellos.
Johann y su segunda esposa, Antoinette, representan la base sobre la cual se construye esta obra. Sus hijos serán los encargados de dar continuidad al engrandecimiento del apellido, mediante un cuidadoso seguimiento de las fórmulas de cortesía y artificios que les otorgarán una gran dignidad y una profunda admiración por parte de los de su misma clase y, por ende, de quienes pertenecen a estratos inferiores.
Los tres primeros hijos de la pareja, Thomas, Antoine (Tony) y Christian, están magníficamente recreados, mientras Clara, la más pequeña, queda menos dibujada y pronto sale de escena al contraer matrimonio con un pastor. Los dos primeros se dedicarán a lo que el legado les impone, mientras que el tercero saldrá del redil, aunque las necesidades económicas lo mantengan siempre cerca del hogar paterno.
Es de admirar la manera en que los personajes responden a una sociedad que ha predeterminado el perfil que deben tener. Tony, por ejemplo, se siente absolutamente responsable de casarse de acuerdo al "bien de la familia y de la empresa". Sólo una vez tiene ocasión de acercarse al amor, cuando sus padres la envían a vivir una temporada cerca del mar. Ahí conoce a un joven de ideas revolucionarias, con quien se presenta la única oportunidad de probar levemente las mieles de un cariño sincero. Más tarde, al volver a casa, piensa que debe corresponder a lo que se espera de ella a toda costa, y decide aceptar al marido que su padre le propone, por más que lo aborrezca. En cierto punto, este enlace mostrará al lector, con cierta crudeza, la realidad del convenio matrimonial.
Se trata de un personaje completamente subordinado a las convenciones sociales marcadas por su familia y por la esfera social en que se desenvuelve, asimiladas desde siempre. Jamás alcanza una individualidad convincente y vive sólo para hacer la famosa "contribución" a la Casa Buddenbrook, y para estar pendiente de las opiniones de los demás en la medida en que puedan o no enaltecerla. No es la única que lo hace, pero en ella existe la inmadurez de quien no logra tomar distancia para darle la dimensión adecuada u objetiva a la realidad.
Thomas abandona a una guapa y joven florista, aclarándole con sinceridad que le sería imposible casarse con ella. Después encontrará lo que busca en Gerda, una mujer de buena familia con una sustanciosa dote para aportar a la Casa, aunque de carácter frío y distante.
Christian, enamorado del teatro y de placeres más mundanos, se topará de lleno una y otra vez con la recalcitrante ideología de los suyos. A lo largo de la obra se dedica a desprestigiar a la familia con sus actitudes, logrando que nadie lo tome en serio.
Se trata de un personaje completamente subordinado a las convenciones sociales marcadas por su familia y por la esfera social en que se desenvuelve, asimiladas desde siempre. Jamás alcanza una individualidad convincente y vive sólo para hacer la famosa "contribución" a la Casa Buddenbrook, y para estar pendiente de las opiniones de los demás en la medida en que puedan o no enaltecerla. No es la única que lo hace, pero en ella existe la inmadurez de quien no logra tomar distancia para darle la dimensión adecuada u objetiva a la realidad.
Thomas abandona a una guapa y joven florista, aclarándole con sinceridad que le sería imposible casarse con ella. Después encontrará lo que busca en Gerda, una mujer de buena familia con una sustanciosa dote para aportar a la Casa, aunque de carácter frío y distante.
Christian, enamorado del teatro y de placeres más mundanos, se topará de lleno una y otra vez con la recalcitrante ideología de los suyos. A lo largo de la obra se dedica a desprestigiar a la familia con sus actitudes, logrando que nadie lo tome en serio.
La lectura es muy amena a pesar de la gran extensión de la novela; los personajes se van construyendo entre las excelentes y refinadas descripciones del entorno, los vestuarios, las reuniones y la gastronomía, entre otras, sin que falte esa mezcla de religiosidad y convencionalismos que siempre resulta bastante contradictoria, pero que en ciertos sectores continúa tan vigente como en ese momento.
En las últimas páginas, la historia se centra en Hanno, hijo de Thomas y Gerda, último representante de la estirpe. Se trata de un chico que ha heredado la vena sensible y artística de su madre, cosa que viene muy mal a la actividad comercial de la familia Buddenbrook. El lector llega a involucrarse con sus miedos y alegrías, con su intensa fragilidad, tan contrapuesta a lo que se espera de él.
La obra continúa con un ritmo muy constante y homogéneo, deteniéndose a afinar detalles aquí y allá, pero definiendo un camino decadente muy preciso. Thomas, quien se encarga del negocio familiar tras la muerte del padre, protagoniza un periodo de grandeza, pero no logra adaptarse al avance en la sociedad de su tiempo; el negocio se estanca irremediablemente como resultado del gran vacío interior que comienza a manifestarse en él. Su existencia, colmada de artificios, se inclina a enmascarar la vacuidad que lo invade a través de actitudes excesivas y obsesivas, como la que concierne a su cuidado personal. La renuncia a un desarrollo individual en aras de un bien más generalizado y superficial, cobra una cuota muy elevada en su persona.
Por tanto, poco a poco empieza a darse un esbozo de separación entre el mundo habitual de los Buddenbrook -por y para el cual han vivido tanto tiempo, preocupándose por las apariencias y por dar un ejemplo prototípico de la clase a la que pertenecen-, y la realidad que comienza a trascenderlos. El declive del linaje resulta aplastante y demoledor.
El joven Thomas Mann hace una admirable descripción física y psicológica de los personajes, así como del entorno, forjando un maravilloso cuadro de la sociedad de su tiempo. Se nota la semilla de un gran escritor que después germinará en obras más profundas y definitivamente complejas.
Portada por S. Fischer, Berlín, 1917
9 comments:
Me ha gustado esta entrada porque hace el libro cercano y familiar y porque quita hierro a su extensión, algo que en estos tiempos puede llegar a ser un impedimento.
Un saludo.
Hola Gww, ¡sabias palabras!
Al menos en mi caso, sí que llega a ser motivo de reflexión el pensar en leer un libro de más de 700 u 800 páginas (aunque finalmente lo haga), y no puedo negar que esta novela en particular puede llegar a resultar un tanto repetitiva, aunque sin duda me dejó muy satisfecha.
Me falta Doktor Faustus...
Gracias, ¡un saludo!
Hola Andrómeda!
Leer tus dos últimas reseñas, tanto de la primera novela de Mann como la que le dedicas al relato de Conrard, me han hecho reflexionar acerca de los autores que llevo leídos este año: debo balancear mis lecturas, no dedicarle tanto tiempo sólo a autores contemporáneos.
Saludos,
R.
De Mann comencé La montaña mágica y la abandoné. No me pareció una novela plomo pero la vi tan larga que me dio fiaca. Mann tuve ciertos roces con un músico y Adorno,ya no recuerdo.
Tomo nota pero antes debo leer La montaña.
saludos Andrómeda
Hola, Andrómeda
hace poco leí relato de mi vida, y un poco de lo escrito por la hija sobre sus últimos días. Mann es el gran escritor alemán del siglo pasado. Al menos el que resulta más intenso leer, por lo menos en mi caso, si uno quiere explorar una época. Y es paradójico porque Mann es casi un escritor del XIX. EN fin, este libro lo veo siempre en la edición que fotografiaste pero es tan caro que seguirá estando así hasta que me vuelva rico, y espero que sea pronto.
Saludos
Hola, Andrómeda! Justamente compré el libro hace unos meses, y aún no me he atrevido con él, por su extensión, probablemente. Pero me hablaron muy bien y me decidí. Y veo, por lo que dices, que fue una buena compra, ahora falta que me ponga en ello...
Insisto: la nueva forma que has dado a tu blog me encanta.
R., tu comentario me ha arrancado una sonrisa porque yo casi siempre pienso lo contrario cuando entro a tu blog, y empiezo a "resituar" mis pendientes. :)
¡Un saludo!
Mariano, La montaña mágica es todo un reto, tal como dices, por la extensión. Hay que mentalizarse, yo ya lo estoy haciendo para leer el próximo libro de Mann.
¡Saludos!
e.r., yo estoy leyendo ese libro (Relato de mi vida), hasta ahora me ha parecido muy interesante, aunque no he llegado a la parte en que habla su hija.
Es cierto lo que dices acerca de lo caro estas ediciones, espero conseguir Doktor Faustus a un precio más razonable...
¡Un saludo!
Hola Ariodante, seguro encontrarás un hueco para leer esta obra. Yo casi siempre compagino las novelas tan extensas con algunos otros libros más cortos.
Abrazos.
Me prestaron "Muerte en Venecia" y no pude terminarlo. Pero leyendote...tengo ganas de darle otra oportunidad a Mann y el libro que cuentas, parece muy interesante.
Me ha cautivado la portada del libro de 1917.
Besos!!
¡Hola María! Este libro es muy interesante (lineal y muy descriptivo).
Eso sí, son muuuuuuuchas páginas, y hay que armarse de cierta paciencia para terminarlo.
También me gustó mucho la portada de 1917. :)
¡Abrazos!
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