Tifón – Joseph Conrad

Alianza Editorial, 2008.
Novelista polaco nacionalizado inglés (1857-1924).

Con este relato me vi nuevamente inmersa en el tema de las tormentosas rutas marítimas, tan bellamente descritas, que Conrad aprovecha para dedicarse a la observación de conductas humanas. Quizá otros libros suyos resultan más introspectivos, al profundizar intensamente en ciertas individualidades, pero en esta pequeña obra también se analizan algunas características específicas, además de que la observación de conjunto valida por completo la apreciación de aspectos más generales.

El Nan-Shan es un vapor que se dispone a transportar a doscientos culíes (trabajadores chinos) que vuelven a su patria después de siete años de trabajo, con el fruto de sus esfuerzos bien resguardado en un arcón personal.
Desde las primeras páginas el barómetro registra una baja inusual, lo cual coloca al lector en la expectativa correcta, mientras se traza el perfil de ciertos personajes, entre los cuales destaca, en primer lugar, el capitán McWhirr, un hombre de pocas palabras, reservado, metódico y cerrado a las opiniones de los demás, que tiene mujer e hijos en tierra, con los cuales se comunica por carta doce veces al año. Sus misivas son leídas con el aburrimiento y la indiferencia que otorga la lejanía, e incluso con el temor de que se aproxime el día en que el hombre de mar vuelva para siempre a casa.
“Con un temperamento ni locuaz ni taciturno, encontraba muy pocos motivos para hablar. Había cuestiones de deber, naturalmente: disposiciones, órdenes y demás; pero como para él el pasado ya no existía y el futuro estaba aún por llegar, las realidades más generales del día no exigían comentarios, porque los hechos pueden hablar por sí mismos con abrumadora precisión.”

El joven Jukes, primer oficial, muestra en cierta forma la contraparte del capitán, a quien por cierto juzga en distintas ocasiones: para él su figura representa una ambigüedad excesiva. En algunas ocasiones su valoración lo favorece un poco, aunque llega a decir que hablar con él es como hacerlo con un poste y a tacharlo de estúpido. Lo cierto es que el capitán irradia una imagen de cerrazón y una inteligencia muy particular; sólo en raras ocasiones es capaz de ver más allá, su sobriedad lo domina irremediablemente, y el trato con todos se ve disminuido por su singular manera de ser. En un empleo de este tipo es apreciado porque sigue órdenes sin cuestionarlas, ajustándose siempre a las decisiones tomadas por sus superiores; la creatividad no tiene cabida en él y su manera de reaccionar obedecerá siempre a cuestiones delimitadas por el camino previamente trazado.
Jukes tiene una personalidad mucho más abierta, y las cartas que dirige a un amigo, describiendo sucesos y centrando sus descripciones en McWhirr, representan su visión del entorno.
El señor Rout, jefe de máquinas, también expresa su parecer en forma epistolar, dirigiendo a su expectante esposa una correspondencia muy divertida que, a juicio de ésta, incluye rotundas verdades.
Ambos personajes son presentados en forma un tanto superficial, y tal parece que más bien contribuyen a contrastar y redondear la figura del capitán.

El tifón se acerca peligrosamente y McWhirr ignora las sugerencias para tratar de evadirlo. La situación que comienza a extenderse sobre el Nan-Shan deja entrever diversas reacciones en una forma peculiar, ya que se ve a los culíes como una simple masa de gente, como un personaje colectivo que sólo merece un trato racista y, por tanto, desconsiderado. Al referirse Jukes a ellos como pasajeros que requieren de cierta comodidad ante la inminente tempestad, el capitán responde, perplejo:
“¡Los chinos! ¿Por qué no dice usted las cosas claramente? No comprendí lo que quería decir. Jamás he oído hablar de un montón de culíes como si fuesen pasajeros. ¡Vaya pasajeros! ¿Qué mosca le ha picado?”

El ambiente se va tensando ante el silencio circundante y las señales del barómetro. El poderoso y bien construido vapor pronto comienza a enfrentarse al fenómeno, entre balanceos, sacudidas y un oleaje de dimensiones sobrecogedoras. La oscuridad desconcierta aún más a los tripulantes, la lluvia y el agua de mar aleja a unos de otros, y los intentos por sobrevivir empiezan a dominar el terrible panorama.
“Fue algo formidable y veloz, como si un frasco lleno de lluvia se hubiese hecho añicos repentinamente. Como si hubiese estallado alrededor del buque con una conmoción abrumadora y un torrente de grandes olas, como si una enorme represa hubiese explotado a barlovento. […] Un terremoto, un deslizamiento de tierra o un alud se apoderan del hombre fortuitamente, por así decirlo, sin pasión. Un temporal furioso lo ataca como un enemigo personal, trata de aferrarle los miembros, se adhiere a sus pensamientos, trata de arrancar el espíritu mismo del hombre.”

De acuerdo con esta cita, es indudable que para Conrad los avatares del mar resultaban mucho más poderosos y significativos que cualquier otro tipo de desastre natural; lo que plantea con una tormenta como telón de fondo es tan particular, que difícilmente podría insertarse en otro contexto.

Los culíes, confinados al entrepuente de proa, literalmente enloquecen mientras la máxima fuerza del huracán golpea a la embarcación. Aterrados en la oscuridad y bañados continuamente por inmensas cantidades de agua, inician un feroz enfrentamiento entre ellos mismos, ya que los preciados cofres han comenzado a romperse y el dinero deambula bajo la encarnizada lucha por atraparlo. El capitán, tan mesurado hasta en el peor de los momentos, ordena al primer oficial corroborar lo que ocurre con los chinos, ya que no puede permitir peleas a bordo. Jukes los observa completamente desquiciados, en una lucha tan atroz e informe que solo sugiere deshumanización, mientras intenta, al lado de los marineros, desembrollar el complejo nudo que han formado. Los culíes, muy golpeados y sangrantes, son alineados y atados forzosamente; en cierto punto el asunto evoluciona gracias al instinto de supervivencia.
El ojo del huracán otorga una breve y angustiante tregua, ante la expectativa del nuevo esfuerzo que tiene que realizarse para tratar de llegar con bien al destino previsto. . .

Tal vez Conrad no desarrolla un análisis tan agudo como en otras obras, pero me parece que los matices de este relato son acertados. La descripción de la tormenta es fascinante, el capitán del Nan-Shan queda completamente expuesto mediante sus actitudes, silencios y decisiones, así como a través de la impresión que de él se forman sus subalternos. La situación enfrentada por los culíes demuestra que el ser humano en circunstancias extremas puede descender a grados insospechados, y convertirse sin más en parte de una turba confusa y bestial.

Como ya he mencionado en otras ocasiones, seguiré leyendo a Conrad. :)

10 comments:

Anonymous said...

Desde luego es imperdonable que no le haya leído nada a Joseph Conrad, me quedé atascado con "El corazón de las tinieblas".
Esta reseña de "Tifón" me motiva a intentarlo de nuevo.

Saludos, A.

Fuensanta Niñirola said...

¡Hola, Andrómeda!
Oye, pero qué bonito te ha quedado el blog con los cambios que hiciste. Perdona que haya dejado pasar tanto tiempo, pero últimamente voy un poco agobiada de faena, a paser del verano y todo eso. En serio, te ha quedado precioso.
En cuanto a Tifón, la releí el año pasado, tabien en verano, y es un relato fantástico. Ya sabes que yo soy una conradiana total, asi que ¿qué quieres que te diga? Pues que le sigas leyendo. Si no leíste Nostromo, ahora puede ser el momento...
Un abrazo, querid amiga, desde el otro lado del océano.

RebecaTz said...

Anímate a continuar, A., no te arrepentirás.
Gracias por la visita, un saludo.

Gracias, Ariodante. :)
Tengo en la pila Nostromo, El pirata, El agente secreto, Crónica personal y La posada de las dos brujas y otros relatos.
Ni hablar, Conrad para rato ¡y lo que falta!

¡Un abrazo!

e. r. said...

Hola, Andrómeda

Conrad es un gran escritor. Tengo pensado tanto con él, que siempre resulto trabado a la hora de querer hacer una reseña. Este libro todavía me lo debo, así que gracias por la reseña. Desde el estante me mira ahora con más impaciencia.
Saludos

mario skan said...

Que buena reseña¡¡¡
Conrad siempre me resultó medio complicado para leerlo, no pude con Lord Jin ni el negro del Narciso y otros. Leí La linea de sombra y El copartícipe secreto y la famosa El corazón de las tinieblas.
Me gusta el análisis que haces de los personajes y el ambiente.Y el dicho: me engañó como a un chino, cuadra es esta historia?

saludos

María said...

Desde luego la reseña es buenísima!! Aunque todavía no he leído nada de Conrad.
Un abrazo!!

Leox said...

Conrad:

Victoria un libro de aquellos-
Locura de Almayer tambien
Lord Jim : He llegado hasta la mitad de la lectura , me parecio , pero lo deje , no recuerdo el motivo.

En fila de proximas lecturas:
Corazón en las tinieblas
El pirata

Siguendo con mi cura de fobia anti-nobel , ahora estoy con media vida de VS Naipaul
saludos

Gonzalo Muro said...

Enhorabuena por la entrada Andrómeda, Conrad tiene un estilo perfecto para los temas que trata y aunque sólo conocía de este libro el título me has dejado con las ganas de anteponerlo a otras lecturas.

Un abrazo.

RebecaTz said...

e.r., a mí también me desbordan todos los libros de Conrad que tengo pendientes, pero ya caerán. :)
¡Un saludo!

Hola, Mariano, he leído buenos comentarios de La línea de la sombra, aunque no le he comprado. Ese dicho quizá cuadra en este caso porque ellos mismos -los chinos- piensan que los marineros podrían aplicarlo en cuanto a la devolución de sus pertenencias. :)
¡Saludos!

Gracias, María, yo ahora lo que quiero es conseguir la película basada en El corazón de las tinieblas.
¡Abrazos!!

Leox, yo también tengo en la estantería El pirata y alguno de Naipaul. Me parece excelente la terapia curativa. :)
¡Un saludo!

Coincido con lo que dices, Gww, el estilo de Conrad es maravilloso aplicado a estos temas, a mí siempre me deja con la boca abierta por ambas cosas. :=0
¡Abrazos!

Marcelo said...

Acabo de terminar la novela y quise saber qué les pareció a loa demás, así llegué a este blog. A mí me pareció fascinante. Saludos!