Últimamente he estado en contacto con atmósferas estremecedoras y este libro no es la excepción, aunque la densidad que contiene es muy real y humana.
La novela inicia con la llegada de Andrea a Barcelona, quien estudiaría letras en la universidad y viviría en casa de sus parientes, en la calle de Aribau, un lugar que desde el principio asombra por el ambiente tan cargado, además de mohoso, viejo y sucio.
Sus habitantes son seres oscuros que no han podido ver satisfechas sus vidas; individuos condenados a existir en ese infierno compartido. La abuela es una pobre mujer, sacrificada y conciliadora, que ya dio a la vida su mejor cara, y que pretende mirar los terribles sucesos de la mejor manera posible; la tía Angustias es un personaje complejo, amargado, que aparentemente maneja una doble moral, pero que se deslinda pronto de la situación marchándose definitivamente. También destacan Juan y su esposa Gloria, quienes viven una relación a base de malos tratos, golpes y sospechas. Esta última no es capaz de abandonar a su marido ya que permanece en un sueño de perfecciones imaginarias, justificándolo siempre, en un estado de inmadurez total. Su pequeño niño, sin haber aprendido a hablar todavía, se ve obligado a presenciar, una y otra vez, la inenarrable violencia que contamina la relación de sus padres. Es difícil interpretar al personaje de Juan, porque sólo se sabe que está muy influenciado por su hermano Román y que su inquietud es infinita.
Antonia es la criada tenebrosa, cuya presencia intimida, y que contribuye a crear el ambiente hostil predominante. Finalmente tenemos a Román, un ser perverso y oscuro que vive acechando a los demás, contraponiéndolos a cada instante. Es él quien controla los sucesos de la casa y, en muchos casos, quien los provoca.
La trama se desarrolla en un sin parar, entre alucinante y sofocante. Pese a esto, la intervención de Andrea le imprime cierto tono de frescura al relato: la chica es capaz de sacarnos, por momentos, del mundo cerrado que supone ese "hogar", llevándonos por calles sombrías pero respirables; a playas luminosas, a conocer a sus compañeros y a la familia de Ena, la gran amiga que conoció en la universidad, quien también tiene una intervención importante en el relato (aunque en realidad sus razones están más sugeridas que destacadas): obsesionada por lo ocurrido a su madre en su juventud (en relación con Román), se ve envuelta, de repente y en gran medida, por la situación desquiciante que rodea a este último, hechizada bajo su influjo.
Al tratarse de una novela de la posguerra española, podría ser que las secuelas de la misma se reflejasen en ese nerviosismo, en la ansiedad que causa la miseria, el hambre, y el estar condenado a vivir en un entorno hostil. También se muestra la contraparte de esta situación en otros personajes con posiciones desahogadas: la culminación de esta otra realidad se da cuando Andrea es invitada a una fiesta en la que no encaja: toda la ilusión al preparar su vestido “menos viejo” se evapora al ser ignorada y minimizada.
Andrea sufre además por la falta de organización que empeora aún más su condición, ya que posee un pequeño sueldo que malgasta mes tras mes. El hambre que la oprime se convierte en una constante (tan bien plasmada que realmente atormenta), aunque muestra una gran habilidad para sobrevivir de cualquier manera.
La novela inicia con la llegada de Andrea a Barcelona, quien estudiaría letras en la universidad y viviría en casa de sus parientes, en la calle de Aribau, un lugar que desde el principio asombra por el ambiente tan cargado, además de mohoso, viejo y sucio.
Sus habitantes son seres oscuros que no han podido ver satisfechas sus vidas; individuos condenados a existir en ese infierno compartido. La abuela es una pobre mujer, sacrificada y conciliadora, que ya dio a la vida su mejor cara, y que pretende mirar los terribles sucesos de la mejor manera posible; la tía Angustias es un personaje complejo, amargado, que aparentemente maneja una doble moral, pero que se deslinda pronto de la situación marchándose definitivamente. También destacan Juan y su esposa Gloria, quienes viven una relación a base de malos tratos, golpes y sospechas. Esta última no es capaz de abandonar a su marido ya que permanece en un sueño de perfecciones imaginarias, justificándolo siempre, en un estado de inmadurez total. Su pequeño niño, sin haber aprendido a hablar todavía, se ve obligado a presenciar, una y otra vez, la inenarrable violencia que contamina la relación de sus padres. Es difícil interpretar al personaje de Juan, porque sólo se sabe que está muy influenciado por su hermano Román y que su inquietud es infinita.
Antonia es la criada tenebrosa, cuya presencia intimida, y que contribuye a crear el ambiente hostil predominante. Finalmente tenemos a Román, un ser perverso y oscuro que vive acechando a los demás, contraponiéndolos a cada instante. Es él quien controla los sucesos de la casa y, en muchos casos, quien los provoca.
La trama se desarrolla en un sin parar, entre alucinante y sofocante. Pese a esto, la intervención de Andrea le imprime cierto tono de frescura al relato: la chica es capaz de sacarnos, por momentos, del mundo cerrado que supone ese "hogar", llevándonos por calles sombrías pero respirables; a playas luminosas, a conocer a sus compañeros y a la familia de Ena, la gran amiga que conoció en la universidad, quien también tiene una intervención importante en el relato (aunque en realidad sus razones están más sugeridas que destacadas): obsesionada por lo ocurrido a su madre en su juventud (en relación con Román), se ve envuelta, de repente y en gran medida, por la situación desquiciante que rodea a este último, hechizada bajo su influjo.
Al tratarse de una novela de la posguerra española, podría ser que las secuelas de la misma se reflejasen en ese nerviosismo, en la ansiedad que causa la miseria, el hambre, y el estar condenado a vivir en un entorno hostil. También se muestra la contraparte de esta situación en otros personajes con posiciones desahogadas: la culminación de esta otra realidad se da cuando Andrea es invitada a una fiesta en la que no encaja: toda la ilusión al preparar su vestido “menos viejo” se evapora al ser ignorada y minimizada.
Andrea sufre además por la falta de organización que empeora aún más su condición, ya que posee un pequeño sueldo que malgasta mes tras mes. El hambre que la oprime se convierte en una constante (tan bien plasmada que realmente atormenta), aunque muestra una gran habilidad para sobrevivir de cualquier manera.
Las situaciones presentadas son tan reales que casi se pueden palpar; la escritora logra transmitir la tensión reinante, la angustia, el agobio ante la injusticia, la amargura de unos personajes que no dejan de fascinar. Aunque no se profundiza en todos ellos, en conjunto resulta innecesario que se diga más. En este sentido, me maravilla la redondez con que está cincelada la protagonista, ya que realmente la acompañamos en todos sus sinsabores y pequeñas alegrías, sin caer jamás en el melodrama (otro acierto de la novela, desde mi punto de vista).
Y el final, que no podría ser distinto: en esa familia sólo lograrían liberarse quienes tuviesen reales posibilidades de hacerlo. El desmembramiento es definitivo, la caída de ese hogar insostenible y desequilibrado es completamente necesaria.
Sólo me resta añadir que me encantó el lenguaje metafórico; la profusa adjetivación le otorga a la novela una gran cantidad de bellas imágenes.
11 comments:
Me gusta este espacio. Es ameno, inteligente y escrito con buen gusto.
Mil gracias por tu comentario, carolina. :)
¡Un saludo!
Me alegra que te haya gustado, Andrómeda. Es un buen libro, que además es ameno y fácil de leer aunque el ambiente es ciertamente opresivo y a mí me daba pena por Andrea, metida en esa casa de relaciones enfermizas, con esos familiares tan bien retratados pero tan opresivos todos. Lástima que he olvidado ya muchos detalles.
Un abrazo. Lola.
Ya han pasado algunos añitos desde que leí esta novela, así que casi la tenía olvidada. Pero con tu entrada he recordado muchas cosas, y además agradables.
Sólo te puedo dar las gracias por traerme buenos recuerdos.
Un saludo!
Me impresionó esta novela, Babel, no sé cómo es que me la había perdido. :0
Gracias a ti por la visita y el comentario, Pelirrosa. :)
Un saludo a ambas!
últimamente andas con lecturas tenebrosas, de seres estrafalarios y atmósferas sofocante. Buenas recomendaciones para cuando desee cambiar un poco el giro de mis lecturas.
saludos
Cómo gusta la pintura por aquí, Madoguna es Lempicka (una de mis favoritas con sus mujeres fatales) y la tapa de Kirchner en el libro que reseñás me ponen de buen humor!
No conozco el libro, parece que Andrea es una bocanada de aire fresco en ese ambiente; por el contexto, quizás Andrea venga a reemplazar a España misma después de posguerra, se me ocurre. No sé, me imagino por lo que escribís.
Dan ganas de leerlo después de esta lectura.
Saludos!
Una estupenda reseña Andrómeda. Nada es sin duda la mejor novela de Carmen Laforet, con el mérito añadido de ser sur primera obra. Esta novela fue tan importante que muchos han minimizado la obra posterior de la artista, incluso algún crítico chistoso dijo que Nada es "todo" en Carmen Laforet. Nada de eso, el resto de su obra es buenísima. Os recomiendo La insolación o Al volver la esquina. Saludos
Mariano, Bárbara, ¡no se pierdan esta novela!
Bárbara, a mí también me encanta la obra de Tamara (mira que Madoguna tiene buen gusto). :)
Me apunto las recomendaciones, Javier, sobre todo "Al volver la esquina" (ya leí tu reseña).
Gracias y saludos.
Hola Andrómeda,
Descubriendo tu blog. Te invito a psar por el mío:
http://cafeylecturas.blogspot.com
Saludos
Claro Cristian, bienvenido. :)
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