El hombre duplicado –José Saramago


Alfaguara, 2002.
Escritor portugués (1922-2010).

Todos alguna vez hemos contemplado la probable existencia de un doble quizá por el rumor popular tan extendido de que en algún lugar existe alguien similar a nosotros. Bajo esa premisa, Saramago elabora una historia de supuestos; una perspectiva muy particular en la que los acontecimientos toman caminos sinuosos al verse los personajes en tan insólita situación.

La primera parte de esta singular novela se proyecta en un único tema que llega a hacerse algo monótono: el descubrimiento que hace el profesor Tertuliano Máximo Afonso de cierto actor, un hombre idéntico a él hasta en el más mínimo detalle. Esto hace que se debata en un torbellino de sensaciones repetitivas, un desasosiego desbordante y una obsesión por buscar las películas de la compañía cinematográfica que lo llevará eventualmente a Daniel Santa-Clara, pseudónimo del actor Antonio Claro, el doble de Tertuliano.
Eventualmente los hombres se conocerán para gran malestar de Antonio Claro, el cual se presentará ante María Paz, novia de Tertuliano, suplantando la identidad de éste.

Se plantea una venganza de motivos imprecisos en la que Antonio Claro desea desquitarse de Tertuliano a través de María. Indudablemente a cada persona sientan las cosas de manera distinta y Antonio desea, al parecer, desagraviar a su mujer por la existencia del doble sin saber con exactitud cuál es la naturaleza del perjuicio ocasionado.
Tertuliano no ha formalizado con María Paz porque le asusta la idea de fallar como en su primer matrimonio; por su parte, Antonio Claro no desea tener ningún conflicto matrimonial pero no duda en llegar con barba al piso de Tertuliano para hacerse pasar por él ante María.

Al fin comienza a aclararse en la mente de Antonio el supuesto agravio a Helena, su mujer,  y es que esta “no es la misma persona desde ese día, la impresión que le causó fue tremenda, saber que existe en esta ciudad un hombre igual que su marido le destrozó los nervios”. 

Antonio pretende consumar su venganza, entre otras cosas (que no voy a desvelar) haciendo que María Paz se entere de su existencia tal como se enteró Helena de la de Tertuliano. Antonio está decidido a intervenir en la relación de su doble con el forzado consentimiento de éste:
“… quizá sea como una venganza por la perturbación que su presencia ha introducido en mi relación conyugal y de la que usted no puede tener ni idea, quizá por capricho donjuanesco de obsesivo tumbador de hembras, quizá, y esto es seguramente lo más probable, por puro y simple rencor.”
Antonio Claro va a hacer lo que sus instintos de dictan, pero lo que no sabe es que ha empezado a ser sutilmente manipulado por Tertuliano. A veces el burlador resulta burlado y esta parte de la obra se hace trepidante.

Más que la exploración de la figura del doble, se mueven aquí resortes que tienen que ver con las reacciones humanas en torno a situaciones que llevan al hombre a los linderos de lo incomprensible, al enfrentamiento con lo inesperado y al absurdo que surge al intentar entender cuestiones que huyen de lo cotidiano, que asustan, que confrontan y que alteran, pero no sin conducir al aprovechamiento de cualquier coyuntura, por irracional que parezca, en su propio beneficio (aunque dicho beneficio se dirija a la satisfacción de los instintos más oscuros).

Sin embargo, toda acción tiene una consecuencia y la que aquí se expone no deja de ser interesante aunque en cierta forma previsible. Es la historia aquella de que el hombre pone y Dios dispone en su máxima expresión: nadie es poseedor absoluto de los hilos de su propio destino, mucho menos de los de otros y resulta tan ilógico como contraproducente pretenderlo.
¿Dos seres iguales caben en el mismo entorno? Quizá esa no sea la pregunta que interesaba al autor; esta historia podría desarrollarse perfectamente sin dobles, ya que los motivos de una venganza pueden ser tan descabellados como el que hemos visto aquí: un rencor sencillamente inexplicable o el hecho de que la esposa estaría muy afectada por la presencia de un ser igual a su marido, conclusión a la que el propio Antonio tardó en llegar debido a la dificultad de elaborarla –de puro absurda- en su mente.

Aunque las digresiones de la primera parte resultan un tanto agotadoras y poco atractivas, bien vale la pena recorrer todas las páginas de esta novela.

10 comments:

Ana Blasfuemia said...

Colocar a las personas en situaciones inverosímiles y explorar sus posibles reacciones, emociones..., es algo que maneja muy bien Saramago y aunque, cierto, a veces hay reflexiones o discursos que requieren enlentecer la lectura personalmente es un autor que me gusta mucho.

Un abrazo

RebecaTz said...

Cierto, Ana, y además siempre será un placer leer a este autor. Muchas gracias por la visita, ¡un abrazo!

mario skan said...

Me prestaron este libro y todavía no lo devolví. Lo comencé a leer varias veces y ahí quedó pero tengo la convicción de que va a ser el primer libro de Saramago que voy a leer completo. No sé qué me pasa con este autor, me gusta su prosa pero no avanzo, me pierdo, le soy poco fiel, me voy con otros, tal vez más interesantes o no. Vaya uno a saber.
Como siempre tu reseña una joya.
Saludos y no te pierdas. Nos estamos viendo en twitter

Anonymous said...

como siempre, es un placer leerte ;)
Este de Saramago, no lo conocía.
Un beso,
Ale

RebecaTz said...

Hola, Mario, ¡qué alegría leerte! :)
Pues yo en tu lugar empezaría con algo como Ensayo sobre la ceguera, este otro libro podría parecerte soporífero porque la primera mitad es muy repetitiva.
¡Saludos!!

RebecaTz said...

Gracias por pasar, Ale, te mando un abrazo. :)

Paco Castillo said...

Saramago es un autor que siempre me ha inspirado cierta cercanía y familiaridad. Así que resulta paradójico que esa conjunción me sirva como pretexto para postergarlo, uno de esos eternos pendientes que se ven condenados a tal condición por su "compañía cercana". Un buen amigo me habló bien del que citas un poco más arriba; Ensayo sobre la ceguera.
Quizás el otoño sea buen momento, a Saramago le pega esa estación...
Un abrazo!

Marcelo Z said...

Hola, Andro. Paco me ha traído gentilmente hasta aquí y me sorprende hallar tantos títulos compartidos. En particular éste, al que he leído en 2007 y no dediqué línea alguna porque en aquel entonces no tenía espacio propio.
Comparto tus apreciaciones respecto del libro. Hay mucho material para reflexionar. Por lo demás, un buen ejercicio de lectura -aunque debo confesar que me gustó más 'El evangelio...'-.
Un beso grande!

RebecaTz said...

¡Hola, Paco! Creo que Saramago es un autor algo disparejo, puede encantar o aburrir según qué libro suyo tenga uno entre manos. Pero el Ensayo sobre la ceguera seguro te atrapará (espero).
¡Un abrazo!

RebecaTz said...

Hola, Marcelo, he estado un poco fuera de tono bloggero pero ya enlacé tu estupendo blog al mío. El evangelio.. es una obra que quisiera releer porque tengo recuerdos tan difusos que no me atrevo ya a comentar sobre él. Me gustó mucho el Manual de pintura y caligrafía, también el Memorial del convento aunque por momentos me pareció algo soporífero. :-*
Mil gracias por pasar y comentar, ¡un abrazo!