Escritora italiana, 1955.
A menudo los lazos que se van formando entre las personas aparecen tan velados que la felicidad se hace difícil de obtener y se cae en la idea de que puede encontrarse en otra parte o en seres engrandecidos por los laberintos de la imaginación.
“Si no he de conocerte nunca, haz al menos que te extrañe.”
Es la nieta quien toma las riendas de esta pintoresca narración enmarcada en el Cagliari de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con ella, Abuela se casó en forma tardía en 1943. Y es que tenía un modo de ser tan singular que según su familia se acercaba a la locura. A pesar de ser una mujer bellísima, ahuyentaba a sus pretendientes al escribirles atrevidos poemas de amor, para deshonra y malestar de la rígida bisabuela.
El abuelo, viudo cuarentón, llegó un día al pueblo y la familia lo acogió porque su hermosa casa de la calle Giuseppe Manno había quedado destruida. Al poco tiempo pidió la mano de Abuela, hecho que hizo que ésta quedase devastada y rogase continuamente al bisabuelo que la eximiera de semejante compromiso. Como nadie la escuchó, decidió tomar cartas en el asunto hablando con el interesado. El arreglo no se hizo esperar porque en realidad él tampoco estaba enamorado, así que ya podía estarse tranquila.
Se casaron y bajo esta premisa vivieron, cada cual en su esquina, hasta que Abuela decidió ayudarlo haciendo lo que él acostumbraba en la casa de citas para que se ahorrara el dinero y pudiera usarlo en tabaco. Tras este particular convenio, el matrimonio continuó con pasión pero sin amor y con el sufrimiento de Abuela por su mal de piedras, dolencia que no le permitía tener hijos y por la cual los médicos le recetaron un tratamiento de aguas termales.
En el balneario, Abuela conoció al Veterano, hombre cojo pero muy bello que ejerció en ella una inmediata fascinación y que la ayudó a librarse de su padecimiento. Solo así pudo, a su regreso, concebir por fin al hijo antes negado.
“A la abuela le gustó ese hombre como jamás le había gustado ninguno de los pretendientes a los que había escrito ardientes poemas y a los que había esperado de miércoles en miércoles. Tuvo entonces la seguridad de no encontrarse en el Más Allá, entre las almas del Purgatorio, porque en el Más Allá no pasaban esas cosas”.
En este contexto y en pocas páginas se cuenta una historia de amor profundo que sacó a Abuela de su ensimismamiento y que la hizo volver vivir y a exponer una sonrisa luminosa.
La nieta –única voz cantante en este relato- supo de estas cosas gracias a su madre, nuera de Abuela. Es ella también la encargada de contar, en forma mucho más breve y desdibujada, la vida de su abuela materna, Lía, otra escritora de poemas y protagonista de amores desdichados.
El mal de piedras de Abuela se traduciría, en este sentido, en un mal de amores que solo pudo dar fruto al conocer ella este sentimiento en la figura del Veterano. Su imaginación exacerbada la lleva a crear situaciones que surgen más de la invención que de la realidad, pero que calman y curan la profunda herida ocasionada por el desamor. Abuela logra al menos en esta ocasión saturar el vacío que por tanto tiempo había minado su espíritu anhelante.
Se trata de una historia algo imprecisa, contada entre los velos de una convivencia con el abuelo que no termina de convencer y otra con el veterano que da un giro inesperado al final. Me quedo con ese deseo de amar inherente al ser humano que debe ser colmado en algún momento de la vida, generando recuerdos o fantasías que funjan como un bálsamo de alegría y esperanza.
La ambigüedad no reside en la supuesta o real locura de Abuela ni en sus placeres ingenuos, sino en el hecho de no concretar ciertos aspectos en el texto para así dar un pretendido barniz de indeterminación que en realidad todos poseemos en cierta medida.
Aunque no es una novela insertada en el Realismo mágico, a mí me pareció que el tipo de Abuela podría corresponder al de alguna de las heroínas de los libros de García Márquez, una de esas etéreas féminas bordeadas por la excentricidad de sus misteriosos y fascinantes pensamientos, encerradas siempre en sí mismas sin poder dar un consuelo sanador a las oscilaciones de sus almas.
Este es el caso de una mujer que busca el amor o cosa principal donde quizá no existe en lugar de reconocerlo en las acciones más significativas del que muy probablemente se encuentra al alcance de la mano.
7 comments:
La reseña está muy bien, Andrómeda, y es muy clarificadora tanto en los aspectos positivos como en los negativos.
Peeero, la novela en sí no me atrae mucho, mira que el título sí pero no mucho el argumento a pesar de que, como sabes, adoro el realismo mágico.
Un abrazo.
La verdad es que no te pierdes de gran cosa, Lola. Tenía pendientes uno o dos más de Agus pero ahora ya no sé si los voy a leer.
Besos.
Andromeda, escribes tan bien...describes con tanta armonía las peripecias y sensaciones de un personaje que sabe que aún no ha amado...que de verdad, apetecer salir corriendo a visitar el libro...para seguir sintiendo las mismas sensaciones que transmites.
De momento estoy muy alejada de una librería decente a mano...tendrá que ser en otro momento.
Me gusta que el título signifique otra cosa y haga esa simbología con las piedras...Los males de amores tienen su fin cuando se encuentra a la persona con quien todo parece cobrar un significado distinto. Imagino que el libro trata sobre esas mujeres que se tienen que casar...a pesar de las circunstancias...o que deciden hacerlo por un tema meramente económico. Ayer vi una película que me gustó muchísimo "Sé a donde voy", es algo antigua...pero viene a decir casi, lo mismo.
Un abrazo grande!!
Tomo nota de esa película, María. Este libro tal vez podría gustarte, quizá la tragedia principal del mal de amores es no saber reconocerlo con precisión y vivir en ensoñaciones que no llevan a ningún lado. Tiene su punto interesante, a ver si un día te topas con él y compartimos opiniones. :D
¡Te mando un gran abrazo!!
creo que este me lo voy a saltar ;) de momento he leído tanta tristeza, que necesito un libro-medicina a la brevedad.
Un beso,
Ale.
Sí, Ale, mejor para después, ¡jajaja!
Un abrazo.
Al final es una historia a la que le falta algo, demasiado plana. A lo mejor no da para más o buscaba algo más contundente. Incluso cuando la estás leyendo piensas que le falta algo y después se olvida
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