Escritora sefardí francesa, 1969.
Jerusalén, barrio ultra-ortodoxo de Mea Shearim, lugar donde los hasidim se dedican al estudio mientras sus esposas trabajan y cuidan del hogar.
Raquel, la protagonista, es una mujer de 26 años que lleva ya diez de casada con Natán, hombre al que amó desde el primer momento aunque este hecho fuese bastante fortuito en una comunidad como la suya:
“Aquí, en nuestro país, no nos casamos por amor. Nos casamos gracias al alcahuete. El amor aparece tras años de vida compartida, los hijos y todo lo cotidiano es lo que teje lazos de unión entre las personas. Por eso nunca había visto a mi marido antes de la boda.”
Las costumbres son descritas en todo momento, las mujeres tienen que caminar algunos pasos detrás de sus esposos, no pueden cantar en público ni mostrar el cabello porque ambos se consideran como objeto de seducción para el sexo masculino. El ciclo menstrual es muy significativo porque la mujer se considera como impura, como una vil “apestada”. Sólo el baño ritual la purificará de estos días aciagos que la limitan por completo.
Es importante aclarar que esta no es una novela que refleje un maltrato cotidiano, los hábitos que demeritan a la mujer obedecen a todo un conjunto de reglas creadas para favorecer a los hombres. Estas leyes son cuestionadas en este caso a través de Noemí, la joven y rebelde hermana de Raquel, quien se ve obligada a renunciar al hombre que ama porque éste ha decidido hacer el servicio militar y con ello apartarse del seno de la comunidad. Noemí habla de las terribles restricciones que tienen que acatar las mujeres al no poder estudiar la Torá y lo injusto que es el hecho de que se considere como muertas a quienes no pueden tener hijos. Se expresa también con desasosiego acerca de las mujeres que tienen acceso a la televisión, a conducir e incluso a reír.
“El otro día, una de ellas pasó con los brazos al descubierto. Enseguida unos hasidim le tiraron piedras. ¿Crees que es normal vivir como vivimos?”
Y aun así, todo parece transcurrir tranquilamente entre los deberes habituales y el amor profundo entre los esposos, pero la narradora tiene un problema gravísimo: no ha podido concebir un hijo en 10 años y corre el riego de ser repudiada por su marido. Noemí le sugiere una visita al médico, un médico de verdad, pero Raquel no quiere que la vea desnuda un hombre distinto a su esposo.
Mientras tanto el Rav, padre de Natán, tiene ya todo preparado para el divorcio y ha convencido a su hijo porque el único motivo de existir de una mujer es tan específica como infame:
“Una hija de Israel tiene como único fin en la vida traer a este mundo niños judíos y posibilitar el estudio a su marido. Dios ha creado al hombre para que estudie, mientras que la inteligencia le ha sido dada a la mujer para que participe indirectamente en la vida de la Torá, preparando la comida, limpiando la casa y sobre todo, criando a los hijos.”
Raquel se convierte en una mujer sola, repudiada. Nadie más podría considerar unir su vida a la de ella. Los celos carcomen su espíritu y su vida sólo de pensar en el desprecio de Natán y en la inminente unión de éste con otra mujer. El amor antes prometido se diluye en un abismo de dolor inconcebible.
Al fin, Raquel se decide a visitar al médico. En esta recta final del relato se desvelan aspectos que por más que pudiesen parecer favorables, la imposibilidad de manifestarlos la hunden aún más en una tristeza infinita.
Esta pequeña obra de arte encierra en sí misma grandes verdades de dolor y sufrimiento, de abuso concertado por los poseedores de leyes tan absurdas como tajantes. Se lee con el placer de ir avanzando por una prosa que ofrece grandes dosis de poesía y una vehemencia que refleja la singular pero absoluta inmensidad de lo acontecido. Un trozo de una sociedad que alcanza a plasmar la totalidad de un sistema anticuado e indigno.
Muy, muy recomendable.
7 comments:
El papel de la mujer en esas sociedades tan fanatizadas queda, como bien dices, para mayor gloria y poder del hombre, ¡y qué bien lo han razonado y organizado para que tengan un papel secundario -o terciario- y sean meras siervas de ellos!
Esta novela lo refleja muy bien. Estoy de acuerdo contigo en que es muy recomendable.
Un abrazo.
El tema me parece muy interesante, aunque estoy segura que me irritaría el leerlo. De todas formas me lo apunto. Una buena manera de conocer esa cultura tan machista e irracional.
Ay, Lola, es terrible constatar tanta injusticia. No es lo mismo saberlo que leer una historia en la que una como mujer se solidariza con quienes sufren tantas vejaciones. ¡Un abrazo!!
Claro que irrita, Bea, es indignante leer algo así, el lector se queda con una sensación de impotencia y desasosiego. Gracias por la visita, ¡un saludo!!
Me lo apunto, ciertamente la literatura debe servir para reflejar el mundo. Qué más quisiera uno puras historias felices, pero ayyyyyy, que poco se dan.
Un beso
Ale.
Este te encantaría, Ale, no te lo pierdas.
Interesante, me encantan estas novelas con costumbres de otras culturas para conocerlas mejor, Gracias.
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