Escritor uruguayo (1920-2009).
Cuando se habla de dictaduras vienen a la mente historias de crueldad, abuso, maltrato, muerte, cárcel, escisión, exilio… En esta novela dichos conceptos se encuentran desde luego plasmados en forma más o menos ostensible e incluso velada en algunos casos por quedar con frecuencia eclipsados ante la emotividad absoluta de la carga humana que puebla sus páginas.
El relato se erige a través de distintas voces narrativas que van conformando un cuadro nutrido en perspectivas acerca de la dictadura que asoló al Uruguay entre 1973 y 1985, pero hablamos de perspectivas personales, de trozos de vida que bien podrían ser ejemplo de muchas otras. Anécdotas, cartas, recuerdos, vivencias intra y extramuros y aspectos como la soledad, tristeza o sensación de desamparo estructuran los hilos que nos demuestran la forma en que este régimen opresivo cobró una fuerte cuota a nivel emocional y vivencial.
Los personajes se encuentran atados a las circunstancias: Santiago es el esposo que lleva cuatro años en la cárcel por “crímenes políticos”, su vida se encuentra suspendida por este hecho y es a través de las cartas a Graciela, su mujer, o a su padre (los cuales se han instalado en un país ajeno), que mantiene la ilusión por el exterior. Es destacable la profusión de sensaciones que cualquier detalle ofrece quien se encuentra tras las rejas; el anhelo de una frase prometedora o de una palabra de aliento que dé puntual sustento a la dolorosa reclusión.
El compañerismo intramuros es uno de los matices más relevantes que la percepción de Santiago aporta al lector, porque es mediante esta solidaridad expresiva o en ocasiones necesariamente silente que unos y otros reclusos proyectan una atmósfera adecuada que pueda traducirse en comprensión y respeto hacia los demás.
El compañerismo intramuros es uno de los matices más relevantes que la percepción de Santiago aporta al lector, porque es mediante esta solidaridad expresiva o en ocasiones necesariamente silente que unos y otros reclusos proyectan una atmósfera adecuada que pueda traducirse en comprensión y respeto hacia los demás.
“Bicho raro el ser humano cuando está condenado a su propia soledad o cuando el castigo consiste en cotejarla cotidianamente con las respectivas soledades de uno o dos o tres prójimos cuya contigüidad no eligió ninguno de ellos.”
Mientras tanto, Graciela procura adaptarse a la vida sin su marido y esto llega a alcanzar tintes complicados, ya que tras cuatro largos años de soledad sus necesidades afectivas la llevan a olvidarse de él en este sentido para dirigir la mirada en Rolando, el amigo de ambos que en tiempos formo parte de todo un equipo subversivo ahora disuelto y disgregado por el mundo. El fuerte enlace ideológico y sentimental que había unido al matrimonio se resquebraja y ella ya no concibe una vida de pareja al lado del esposo que, anhelante, sigue deseándola en cuerpo y alma desde la nostalgia del encierro.
Las otras voces no son menos interesantes, el viejo Rafael aporta su punto de vista y complementa la historia hablando acerca del hijo. Es él quien hace alusión al título de la obra diciendo que la madre de Santiago murió -tal como quería- mientras escuchaba la Primavera de Vivaldi:
“Santiago lo supo y quizá por eso esa palabra, primavera, ha quedado ligada para siempre a su vida. Es como su termómetro, su patrón, su norma. Aunque no lo mencione sino rarísimas veces, sé que para él los aconteceres del mundo en general y de su mundo en particular se dividen en primaverales, poco primaverales y nada primaverales. Supongo que estos últimos cinco años no le habrán parecido primaverales.”
Son particularmente graciosas las aportaciones de la pequeña Beatriz por su forma tan peculiar de interpretar los hechos y las palabras; ella también procura adecuar sus pensamientos a la realidad en forma llevadera por la distancia del padre y del país de origen.
También se habla de algunos otros embates propios de la dictadura y sus consecuencias, como el ocultamiento, la quema clandestina de libros y la angustia consecuente y permanente. El mismo Benedetti hace un gran aporte biográfico contando algunas de sus experiencias en el exilio y añadiendo anécdotas de la expatriación ajena, como es el caso de una historia muy emotiva en la cual participa una familia de exiliados en Alemania y la propia gente alemana unida a ellos en una solidaridad absoluta.
Buen libro de construcción ingeniosa y sin grandes pretensiones que ofrece una perspectiva a la vez atrayente y perturbadora por la intensa corriente emocional que transmite. El final puede arrojar la luz brillante de la primavera -u otra más opaca según la percepción del lector-, el propio título indica que el autor así la prefiere aunque no se olvida de esa lacerante y despiadada esquina rota.
Caricatura de Andrés Cascioli
4 comments:
Hola Andrómeda: te había escrito un comentario creyendo que Primavera con una esquina rota era un libro de cuentos. Seguro que lo confundí con MOntevideanos, un libro de relatos con fondo de dictadura muy crudo.
Las novelas de Benedetti son un fresco de la época y también subrayo lo que decís vos, sin grandes pretensiones,pero que calan hondo,
saludos
Otro para la lista, Mario, no conocía ese título de Montevideanos. El tema de la dictadura debe ser recurrente en Benedetti, la verdad es que la parte humana le queda muy bien dibujada.
¡Saludos!!
¡Hola Andrómeda!
En una época temprana de mi vida me hice acompañar de la poesía de Benedetti, hasta que descubrí su narrativa: algunos cuentos (La noche de los feos fue el primero) y algunas novelas (La tregua, por ejemplo) que en su aparente sencillez decían mucho sobre la condición humana.
A poco más de dos años de su partida, buscaré este libro que nos presentas y reseñas.
Un abrazo,
R.
Yo sólo le he leído este libro y La tregua, R. Como bien dices, las vicisitudes de la condición humana inundan sus páginas, por eso me gustaría leer otras obras suyas. No conozco nada de la poesía, habrá que remediarlo. :)
¡Saludos!!
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