El guitarrista – Luis Landero

Tusquets, 2005. 
Escritor español, 1948. 

He tenido una aceptable segunda incursión a la narrativa de Luis Landero. 
Se trata de una obra amena que refleja diversos aspectos de la vida del protagonista, el cual se enfrenta una realidad muy dura. La narración en primera persona atrapa desde la primera página y el registro autobiográfico más la ocupación real que Landero tuvo como guitarrista la hacen todavía más interesante.

El arranque con el paralelismo entre el taller mecánico y la trampa de la hormiga león ya aporta una idea de lo que debemos esperar de una obra que empieza asomando al interior del personaje principal. Emilio es el hombre-niño que adora la poesía porque ha encontrado en ella la redención ante una actividad mezquina, aunque por esta causa se encuentra en un estado de duermevela permanente dada su obligación de trabajar en el taller para cubrir las necesidades básicas de subsistencia. La madre actúa conforme a lo que, según su parecer, es lo mejor para un joven que en realidad apenas puede con la carga que supone el estudio y el trabajo, sin tiempo para diversiones. 

 En las primeras páginas se van dando descripciones oníricas y de las capacidades del personaje que se trastocan para acceder a nuevas formas de visualizar el entorno; en ellas reconocí algo de ese realismo mágico que tanto me gustó en Juegos de la edad tardía, que en este caso se expone en base a la realidad difusa que se sugiere a través de las miradas distintas entre el sueño y la vigilia, del fantasma que habita en la pelliza del muchacho, o del Dios que le da una vana esperanza gracias a la cual se despide de unos pensamientos ya de por sí fugaces en cuanto al fervor celestial.

Es impresionante la visión evocadora de un mundo feliz lleno de aire, luz, libertad y "de horizontes sin fin", frente al ambiente sofocante del taller: un ambiente cargado de aromas que se impregnan hasta el alma, un taller devorador -como la trampa de la hormiga- que me recordó al Voreux, la ingrata mina de Germinal

Pronto van surgiendo diversas reflexiones a través de distintos personajes, como es el caso del discurso tan fatalista y deprimente de uno de sus profesores: la idea de la fugacidad de la vida sin una recompensa de algún modo tangible lo agobia de tal forma que siente la urgencia de transmitir su propia necesidad de trascendencia a los alumnos. El reconocimiento que, según él, todo ser humano merece, se vería colmado a través de la creación de la Enciclopedia Universal del Género Humano.

"Porque al morir, con cada uno de nosotros mueren también las imágenes y los recuerdos que tenemos de los demás, y por eso cuando alguien muere mucha gente muere un poco con él." 

Más adelante, el narrador protagonista se traslada a un futuro lejano, desde donde reflexiona acerca del pasado y habla de las relaciones eventuales dictadas por el azar. Lo que dice no es nuevo pero sin duda deja meditando al lector (al menos yo he recordado a  gente valiosa con la que me he relacionado pero que no he vuelto a ver jamás).  

Gracias a la divertida aparición de su primo Raimundo, guitarrista que había vivido en París, Emilio adopta la afición por la guitarra y la atracción por la vida artística en contraposición al trabajo manual y anodino del taller. 

Otras historias van componiendo de modo simbólico la Enciclopedia, ya que Emilio describe, a retazos, recuerdos significativos de su vida, como es el caso de sus primeros intentos eróticos. En especial me llamó la atención un episodio sobre una experiencia de este tipo con una desconocida que propicia un forcejeo a ciegas donde el cuerpo femenino se cierra y se abre mediante un poder descriptivo deslumbrante.  

“Y entonces ocurrió el milagro. La mujer hizo un movimiento en apariencia imperceptible, apenas nada, sólo un mínimo cambio de posición, pero que bastó para desenredar todo el embrollo y resolver en un instante el laberinto de su cuerpo. Se estiró en lo que parecía una actitud gustosa de abandono y entonces sí: entonces sentí sus formas entregadas y abiertas en un acto rendido de impudor. Como por arte de magia, lo duro se hizo dúctil; lo informe, armónico y exacto; lo inerte, palpitante; fácil lo arduo y accesible lo hermético. Unos dedos bajaron buscando entre el pijama y casi al mismo tiempo sus senos desnudos brotaron de repente en mis manos, como las palomas que hacen aparecer los magos en las suyas.”

Pequeñas anécdotas como esta van construyendo la trama y al mismo tiempo van conformando un muestrario de lo que otras personas han aportado a la vida de Emilio. El autor logra involucrar al lector en esto que nos sucede todo el tiempo, pero que quizá se reflexiona poco: la forma en que se erige una vida.

Su jefe en el taller, don Osorio, es una figura sobre la cual Landero arroja, en principio, un halo de misterio. Pero es a través a través de Adriana, su mujer, que se descubre a un ser absorbente que al parecer ha ido minando la existencia de la susodicha. Tras esto se encuentra la curiosidad malsana del hombre que no posee vida propia, que tiene que inventar algo para resistir el devenir de los días, y que en este caso resulta demasiado oscuro: don Osorio pretende que Emilio logre seducir a su mujer y las causas aparentes de esta intención sólo quedarán medianamente aclaradas en la última parte de la novela.

Otro personaje digno de ser destacado es Rodó. Gracias a él, Emilio consigue la lectura de sus primeras novelas y se aproxima a las vicisitudes del oficio del escritor que a veces no logra concretarse más que en los anhelos, por más que se posean las fórmulas para conseguirlo: 

"Un escritor es, más que nada, alguien que posee el don del asombro y sabe transmitirlo. El don de singularizar lo que ve." 

También resulta interesante la relación un tanto edípica entre Emilio y su madre, sólo vislumbrada a través de ciertos destellos significativos. El erotismo está muy presente en la novela y se trata de una sensualidad muy especial: los juegos de seducción en sí mismos resultan tan intensos que apenas se requiere algo más.

Me gustó especialmente la referencia al Teatro Integral de Oklahoma que aparece en América (Kafka). En todo el capítulo tuve la impresión no de seguir a Emilio y a Raimundo, sino a Karl Rossmann. La intertextualidad es tan precisa que es como si Landero le diese continuidad a esa novela a través del vacío y el fatalismo kafkianos.   

Pese al buen arranque de la novela, que además sostiene el interés durante un buen número de páginas, el interesante relato del guitarrista resulta eclipsado hacia el final, sobre todo ante la culminación de una historia poco creíble y sin gracia en lo que concierne a don Osorio y Adriana. Tal parece que el hilo argumental, construido en base a pequeños trozos de vidas entrelazadas a la del protagonista, se pierde en el punto en que empieza ser reiterativo. El segundo encuentro con Rodó está de más, salvo por alguna frase rescatable: "no le añadas a las penurias de la realidad los miedos de la imaginación", mientras que el asunto de Adriana y don Osorio, alargado y embrollado innecesariamente, se le va de las manos al autor. Es una verdadera lástima porque el tema que se plantea y se va desarrollando en esta obra es realmente bueno. 

Al final tenemos quizá a un Emilio liberado, pero mal liberado. La trampa de la hormiga se torna confusa, ya no queda muy clara la naturaleza emancipadora, y aún más: por lo visto  el "laberinto de instantes" seguirá sucediéndose en forma continua.


Una buena novela que pudo haber sido excelente. 

5 comments:

Gonzalo Muro said...

No sé por qué me ha sorprendido la riqueza y profundidad de esta obra que comentas, tal vez nunca me había llamado la anteción y por eso tenía una idea errónea de ella.

Así que gracias por sacarme del engaño con una reseña tan estupenda.

saludos.

Richard said...

¡Hola Andrómeda! Afortunadamente no estoy pensando en leer a Landero en este momento (tengo muchas otras novelas españolas en el tintero), pero qué decepción encontrar una buena novela que se acaba más o menos. Es una lástima, ¿no? De todos modos, mejor suerte con el próximo librito. ¡Saludos!

RebecaTz said...

Gracias, Gww, en verdad que gran parte de este libro es muy rescatable.
¡Saludos!

Voy a necesitar esa suerte, Richard, porque con el de Baricco me pasó lo mismo (buen inicio y resolución fallida).
¡Un saludo!

María said...

Qué alegría leerte de nuevo!! Este libro suena bien, y los textos que rescatas de él, me gustan. Eso de no añadir a las penurias de la realidad, los miedos de la imaginación...me ha encantado!!
De momento estoy bastante entretenida y tengo mucho que leer...pero tomo nota del libro.
Muchas gracias!! Espero más!! (cuando se pueda y con paz, por su puesto!!)
Un abrazo!!

RebecaTz said...

A mí también me gustó mucho esa cita, María, y es que a veces nos damos vuelo con la imaginación...
Gracias por pasar y comentar, ¡un abrazo!!!