Esta pequeña novela arranca a partir los pensamientos de Ana María en su ataúd.
"Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco. Era como si quisiera mirar escondida detras de sus largas pestañas.
A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, para observar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no había logrado empañar. Respetuosamente maravillados se inclinaban, sin saber que ella los veía. Porque ella veía, sentía."
Los sucesos se van entrelazando, envolventes, a través de recuerdos cuya secuencia alterna distintas voces narrativas en diversos planos temporales que se suceden mediante sutiles disolvencias que apenas se perciben.
La protagonista narra su historia en forma fraccionada de acuerdo a quienes la visitan en su lecho mortuorio, mediante una introspección propiciada principalmente por su relación con tres hombres: Ricardo, el amor de juventud nunca olvidado; Antonio, el marido tan amante en un principio y distante después, y Fernando, un tercer personaje un tanto desdibujado ante la fuerza de los otros dos, quizá porque los sentimientos de ella no lograron dirigirse a su persona, aunque la conexión entre ambos llega a transformarse en una dependencia perversa.
Estos vínculos se recrean desde la perspectiva femenina, y se plantean repletos de las paradojas propias de la condición humana: situaciones de aversión, rechazo, acercamiento o pasión que penden de caprichos momentáneos, de indecisiones, del muro protector que cualquiera puede construir a su alrededor y que no permitirá la entrada a ningún sentimiento doloroso o feliz, a pesar de que las condiciones necesarias para este último se vislumbren, en cierto sentido, al alcance de la mano.
A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, para observar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no había logrado empañar. Respetuosamente maravillados se inclinaban, sin saber que ella los veía. Porque ella veía, sentía."
Los sucesos se van entrelazando, envolventes, a través de recuerdos cuya secuencia alterna distintas voces narrativas en diversos planos temporales que se suceden mediante sutiles disolvencias que apenas se perciben.
La protagonista narra su historia en forma fraccionada de acuerdo a quienes la visitan en su lecho mortuorio, mediante una introspección propiciada principalmente por su relación con tres hombres: Ricardo, el amor de juventud nunca olvidado; Antonio, el marido tan amante en un principio y distante después, y Fernando, un tercer personaje un tanto desdibujado ante la fuerza de los otros dos, quizá porque los sentimientos de ella no lograron dirigirse a su persona, aunque la conexión entre ambos llega a transformarse en una dependencia perversa.
Estos vínculos se recrean desde la perspectiva femenina, y se plantean repletos de las paradojas propias de la condición humana: situaciones de aversión, rechazo, acercamiento o pasión que penden de caprichos momentáneos, de indecisiones, del muro protector que cualquiera puede construir a su alrededor y que no permitirá la entrada a ningún sentimiento doloroso o feliz, a pesar de que las condiciones necesarias para este último se vislumbren, en cierto sentido, al alcance de la mano.
Tras haber transitado estos escenarios en la etérea y onírica compañía de la amortajada, cuya existencia dependió siempre tanto de los avatares del sexo opuesto como de su propio capricho, nos encontramos con una mujer que descubre que su vida se había mantenido asida al cuerpo a través del odio, y que sólo pudo deslindarse de este sentimiento cuando, al morir, percibió que se había evaporado sin que permaneciera tampoco en ella algún efluvio afectuoso.
La idea de morir como "un acto de vida", capaz de revelar tantas sensaciones encubiertas por ella misma y por los demás, es el pretexto para narrar una magnífica historia cuyo manejo del lenguaje es excepcional.
Todo el libro se construye en base a bellas imágenes sugerentes, reminiscentes y sensoriales:
"Imaginé, al principio, que la primavera se complacía, así, en languidecerme. Una primavera todavía oculta bajo el suelo invernal, pero que respiraba a ratos, mojada y olorosa, por los poros entrecerrados de la tierra."
"Fue como si del centro de sus entrañas naciera un hirviente y lento escalofrío que junto con una caricia empezara a subir, a crecer, a envolverla en anillos hasta la raíz de los cabellos, hasta empuñarla por la garganta, cortarle la respiración y sacudirla para arrojarla finalmente, exhausta y desembriagada, contra el lecho revuelto."La idea de morir como "un acto de vida", capaz de revelar tantas sensaciones encubiertas por ella misma y por los demás, es el pretexto para narrar una magnífica historia cuyo manejo del lenguaje es excepcional.
Todo el libro se construye en base a bellas imágenes sugerentes, reminiscentes y sensoriales:
"Imaginé, al principio, que la primavera se complacía, así, en languidecerme. Una primavera todavía oculta bajo el suelo invernal, pero que respiraba a ratos, mojada y olorosa, por los poros entrecerrados de la tierra."
12 comments:
Hola, Andromeda, de María Luisa Bombal prefiero "La última niebla".
Saludos.
Gracias, Carolina, será lo próximo que le lea a esta escritora.
Un saludo.
La amortajada , el árbol y la ultima niebla , son mis obras preferidas de Bombal.
Que bella era Bombal cuando joven.
beso grande
Hola!
La verdad, Andrómeda, es que este recorrido que estás haciendo por lo Unheimlich, lo siniestro, es no sólo monumental, sino también imprescindible. Si sigues con ello podrías conformar todo un estudio antológico de la narración fantástica y tenebrosa latinoamericana. Y que estaría muy bien fundamentado, además. Aquí en España apenas se recuerda a Bombal. Por suerte, tengo su Última Niebla y la Amortajada en un solo volumen de Seix Barral.
Un saludo!
Así es, Leox, además he estado leyendo sobre su vida y es muy interesante. Apenas puedo esperar para leer El árbol y La última niebla. Beso.
Gracias Lluís, llegué a esta escritora por casualidad (no la conocía, de lo que me estaba perdiendo...). La verdad es que leo de aquí y de allá, aunque no puedo negar que estos temas me atraen. :)
¡Saludos!
Vi este cuadro de Ophelia en Londres, en la Tate Museum. No conozco nada de esta escritora, pero desde luego su lectura promete.
Gracias, como siempre, por estas lecturas...
Un beso!!
De Bombal conozco Desde el jardín pero es otra Bombal esta se llama Susana y era amiga de Borges, acabo de chequear la información en google.
Se trata de una novela medio gótica?
Está buena la portada.
muy buena reseña.
saludos
Yo también vi ese cuadro en Londres, María, ¡además me fascinan otros pintores prerrafaelitas!
¡Abrazos!
No conozco a la otra Bombal, Mariano, pero voy a investigar. :)
En esta novela se da un choque entre la realidad y lo fantástico por el hecho de que la protagonista empieza a narrar su historia desde una muerte imprecisa pero certera a la vez.
Ese halo de misterio que rodea a la muerte en un relato lleno de emociones tiene reminiscencias muy góticas, sí.
¡Un saludo!
Bombal era de armas tomar. Averigüen lo que le hizo a su marido (o amante, no recuerdo). También escribió guiones, creo. Y de joven tenía un aire a la actriz de "Pandora" (Louise Brooks).
Otra cosa: "El árbol" es muy buen relato.
¡Voy a averiguar eso, Carolina!
Ya tengo ubicado el relato. :)
Esta novela tiene pinta de ser de las que me gustan...
¡Me la apunto! ;)
El lenguaje es precioso, ¡te va a encantar! :)
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