Ed. Joaquín Mortiz, 1987.
Escritor mexicano (1928-1985).
En esta divertida novela, narrada en primera persona, nos encontramos con un grupo de amigos de clara tendencia socialista, que celebra el quinto aniversario de Marcos Gonzalez, alias “el Negro” y su mujer, “la Chamuca”, en México, D.F.
La reunión transcurre animadamente -coloreada por la vestimenta típica de sus anfitriones y el tradicional tamal de cazuela como plato principal y único del festejo- hasta la llegada de la última invitada, cuyo acompañante no concuerda con sus ideas y causa cierta indisposición entre los invitados.
Más tarde se presenta Evodio Alcocer, quien no había sido requerido, pero cuya urgencia de pasar la noche en casa de la pareja es aceptada. A la mañana siguiente, Marcos y la Chamuca parten al trabajo dejándolo dormido, y pronto se enteran de que se ha convertido en un fugitivo sospechoso de haber participado en el incendio de un almacén.
Pese a su indudable inocencia, deciden huir, ya que los antecedentes de ambos por haber estado “en contacto con grupos socialistas serios” y otros detalles no les permiten arriesgarse o rumiar demasiado el asunto.
Ambos se dirigen a la Terminal del Norte sin haber podido hacer uso de su Volkswagen. Tras comprar los boletos a Jerez (La Chamuca se iba a quedar unos días en casa de una prima) y a Muérdago (donde el Negro tenía un tío rico), dividen el dinero sobrante y parten con la promesa de reencontrarse a la brevedad.
A partir de este momento, la narración se centra en Marcos quien, con aspecto desaliñado, se presenta en casa de su tío. Para su sorpresa, su prima Amalia le abre la puerta, negándole la entrada.
Pronto se entera, a través del boticario, en cuyo hogar pasa esa noche, que su tío está muy enfermo y que se encuentra rodeado por sus parientes próximos, hijos de su difunto hermano, los cuales se han encargado de los negocios y están a la espera de la herencia. Marcos era sobrino de Leonor, la fallecida esposa del tío Ramón.
Al día siguiente, el Negro aprovecha la salida de su prima para presentarse ante don Ramón, proponiéndole un negocio ficticio en relación a la explotación de una mina, con lo que piensa ganar tiempo y dinero para reunirse con la Chamuca.
El despliegue de humor e ironía que venía suministrándose desde un principio, se intensifica al describir la variopinta caterva de pillos que, cual buitres hambrientos, incluso se habían repartido, al menos de palabra, los bienes de su pariente (destaca la presencia de Amalia y sus hermanos -Gerardo y Alfonso Tarragona-; el gringo, su marido, y Lucero, hija de ambos).
Escritor mexicano (1928-1985).
En esta divertida novela, narrada en primera persona, nos encontramos con un grupo de amigos de clara tendencia socialista, que celebra el quinto aniversario de Marcos Gonzalez, alias “el Negro” y su mujer, “la Chamuca”, en México, D.F.
La reunión transcurre animadamente -coloreada por la vestimenta típica de sus anfitriones y el tradicional tamal de cazuela como plato principal y único del festejo- hasta la llegada de la última invitada, cuyo acompañante no concuerda con sus ideas y causa cierta indisposición entre los invitados.
Más tarde se presenta Evodio Alcocer, quien no había sido requerido, pero cuya urgencia de pasar la noche en casa de la pareja es aceptada. A la mañana siguiente, Marcos y la Chamuca parten al trabajo dejándolo dormido, y pronto se enteran de que se ha convertido en un fugitivo sospechoso de haber participado en el incendio de un almacén.
Pese a su indudable inocencia, deciden huir, ya que los antecedentes de ambos por haber estado “en contacto con grupos socialistas serios” y otros detalles no les permiten arriesgarse o rumiar demasiado el asunto.
Ambos se dirigen a la Terminal del Norte sin haber podido hacer uso de su Volkswagen. Tras comprar los boletos a Jerez (La Chamuca se iba a quedar unos días en casa de una prima) y a Muérdago (donde el Negro tenía un tío rico), dividen el dinero sobrante y parten con la promesa de reencontrarse a la brevedad.
A partir de este momento, la narración se centra en Marcos quien, con aspecto desaliñado, se presenta en casa de su tío. Para su sorpresa, su prima Amalia le abre la puerta, negándole la entrada.
Pronto se entera, a través del boticario, en cuyo hogar pasa esa noche, que su tío está muy enfermo y que se encuentra rodeado por sus parientes próximos, hijos de su difunto hermano, los cuales se han encargado de los negocios y están a la espera de la herencia. Marcos era sobrino de Leonor, la fallecida esposa del tío Ramón.
Al día siguiente, el Negro aprovecha la salida de su prima para presentarse ante don Ramón, proponiéndole un negocio ficticio en relación a la explotación de una mina, con lo que piensa ganar tiempo y dinero para reunirse con la Chamuca.
El despliegue de humor e ironía que venía suministrándose desde un principio, se intensifica al describir la variopinta caterva de pillos que, cual buitres hambrientos, incluso se habían repartido, al menos de palabra, los bienes de su pariente (destaca la presencia de Amalia y sus hermanos -Gerardo y Alfonso Tarragona-; el gringo, su marido, y Lucero, hija de ambos).
Pronto comenzará un juego estimulante. El tío Ramón aprovecha la estancia de su sobrino para abandonar la abstinencia forzosa en que lo tenían los cuidados de Amalia -en cuanto su afición por el alcohol y los cigarros- y, pese a sus sospechas, se divierte en darle importancia al recién llegado, para apuro y tormento de sus otros familiares quienes, en un momento dado, ofrecerán incluso compartir la "posible" herencia con Marcos.
El deseo de cubrir las apariencias ante los supuestos trabajos en la mina, hace que el Negro busque a alguien para que la vigile, sobre todo al saberse espiado por el gringo, de lo cual resultan unos disparos que hieren a este último, el cual, a partir de ese momento, buscará la oportunidad de vengarse de su primo político.
El elemento erótico, tan presente en la obra del autor (y tan unido también al adulterio), se manifiesta a través un trío formado entre Lucero, Amalia y Marcos, aunque ellas nunca notan que se han convertido en sus amantes por igual.
Por otra parte, la llegada inesperada de la Chamuca, quien se presenta como la esposa de Marcos, causa un gran malestar en las mujeres, especialmente en Lucero, quien buscará la manera de ajustar cuentas con él, echando Agua zafia (medicina controlada que resulta venenosa en grandes cantidades), al coñac que supuestamente sólo el Negro tomaba en el despacho de su tío.
La muerte de don Ramón (el primer crimen), hace que el boticario tome el hilo del relato y haga las veces de detective para encontrar al culpable. En esta parte se deslindará también el asunto de la herencia y la inevitable revancha del gringo conducirá la narración a un segundo e inesperado crimen, que indudablemente resarcirá al protagonista.
La ingeniosa e incisiva narrativa de Jorge Ibargüengoitia resulta, además de entretenida, poseedora de una buena dosis de crítica social que no dejará indiferente a quien incursione en sus páginas.
El ser humano es analizado desde sus más bajos instintos, evidenciados por la ambición y otras pasiones, mediante el recurso de un humor mordaz que sirve, en este caso, para ridiculizar a unos personajes cuyas acciones los dejarán totalmente al descubierto.
Jorge Ibargüengoitia
4 comments:
Parece una entretenida novela, justo para esta estapa de lector que estoy pasando, un poco de relectura y otro tanto de conocimiento de escritores que jamás leí como el caso de Martín Amis.Como siempre sus reseñas dejan algo picando en el aire, un aperitico a la lectura.
saludos
Tendré que leerlo...tiene una pinta muy buena. Lo anoto.
Siempre, con buenas recomendaciones!! Besos grandes
Es muy entretenida, Mariano, una novela para reír, disfrutar y, al mismo tiempo, reflexionar.
Si te animas espero que te guste, María (y que no te enredes mucho con el lenguaje...)
:)
¡Abrazos!
Unan novela muy fácil de leer, sabido es que Ibargüengoitia no es de lenguaje rebuscado, entretenida y con un final que raya en lo ridículo (dicho a buen modo) que hace reflexionar en cada una de las personalidades se sus personajes y cómo el hilo de la historia no podía llevarlos más que a ese momento. Me ha gustado.
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